Una artista japonesa que crea objetos inspirados en la forma de su vagina fue declarada culpable de un delito de obscenidad este lunes en Japón tras un juicio con grandes repercusiones mediáticas.
El tribunal del distrito de Tokio condenó a Megumi Igarashi, de 44 años, con una multa de 400.000 yens (3.280 euros), la mitad de la suma requerida.
Igarashi fue detenida en julio de 2014 por haber intentado recaudar fondos en internet para financiar la construcción de un kayak, cuya forma estaba inspirada en sus órganos genitales.
Había difundido una imagen en 3D de su vagina para que los usuarios pudieran hacer copias.
En Japón, donde el mercado de la pornografía genera miles de millones de euros, ciertas representaciones de órganos genitales están prohibidas. Las representaciones fotográficas o fílmicas de los órganos sexuales suelen aparecer borrosas o tapadas.
Igarashi, que se hace llamar Rokude Nashiko, «niña inútil», fue puesta en libertad unos días más tarde tras apelar, y después de que miles de personas firmaran una petición para liberarla.
Unos meses más tarde, la policía de Tokio la detuvo de nuevo por difundir material «obsceno»: había expuesto esculturas de yeso, inspiradas en el mismo órgano, y había enviado y vendido CD-ROM con los datos informáticos necesarios para fabricar el molde.
Hoy fue reconocida culpable de estos hechos.
«Soy inocente, lucharé hasta el final», advirtió la artista, anunciando que apelaría.
«Actúo para eliminar la visión masculina del sexo femenino, del que sólo se habla a través del prisma del concepto de obscenidad. Me duele que el juez no lo entienda así», declaró Igarashi, que ha publicado un libro cuya traducción inglesa es «What is obscenity?» (¿Qué es la obscenidad?).
Kenya Sumi, uno de sus abogados, estimó que «sería lamentable que la decisión intimide a otros artistas».
Durante la conferencia de prensa organizada después de la audiencia, Igarashi repartió entre sus seguidores, hombres y mujeres, figuritas rosas en forma de sexo femenino con unos ojos abiertos como platos.
Entre las figuritas colocadas en una mesa delante de ella había la mascota de la policía japonesa, un ratoncito con un sombrero azul.