Una visita para la Historia a un lugar de dolorosa memoria: Barack Obama viaja este viernes a Hiroshima, ciudad japonesa fulminada por una bomba atómica estadounidense en 1945.

Obama japon

Obama abraza a un superviviente de la bomba atómica. JOHANNES EISELE (AFP) / QUALITY

Cuando pise, al atardecer, la vasta explanada del Parque del Monumento de la Paz, el presidente estadounidense rendirá homenaje a las más de 210.000 víctimas japonesas del fuego nuclear y a «todos los muertos» de la Segunda Guerra Mundial.



Nacido 16 años después de la utilización de esa «bomba cruel», en palabras del emperador Hirohito, Barack Obama también debería evocar su visión, expresada desde su primer año en el poder, de un mundo sin armas nucleares.

«Descanse en paz, no repetiremos esta tragedia»: esta frase, inscrita en el cenotafio que contiene decenas de tomos donde están registrados los nombres de las víctimas del infierno nuclear, podría servir de hilo conductor para sus comentarios.



El 6 de agosto de 1945, el Ejército estadounidense lanzaba sobre Hiroshima la primera bomba atómica de la historia, seguida tres días más tarde por otra en Nagasaki. El uso de esta arma, fruto del Proyecto Manhattan desarrollado durante años en estricto secreto, conllevó la capitulación de Japón y el final de la Segunda Guerra Mundial.

Obama es el primer presidente estadounidense en ejercicio que visita el Parque de la Paz: Richard Nixon lo hizo en 1964, antes de su elección, y Jimmy Carter en 1984, mucho después de abandonar la Casa Blanca.

Responsabilidad moral

El 44º presidente de Estados Unidos lo anunció claramente: no va a sojuzgar la decisión de su lejano predecesor Harry Truman ni a pedir perdón.

«Compete a los historiadores plantear preguntas y examinarlas pero sé bien, por llevar siete año y medio en mi cargo, que todo dirigente adopta decisiones muy difíciles, sobre todo en tiempo de guerra», explicó en una entrevista concedida a la televisión pública japonesa NHK.

Truman afirmó que no tuvo «el más mínimo remordimiento». Todos sus sucesores se guardaron mucho, estando en el poder, de poner en entredicho su decisión (Dwight Eisenhower expresó sus reservas en sus memorias, años más tarde).

Desde su llegada a la Casa Blanca, Barack Obama definió la desnuclearización como una de sus prioridades.

«Estados Unidos, el único país que ha utilizado un arma nuclear, tiene la responsabilidad moral de actuar», afirmó en un discurso pronunciado en abril de 2009 en Praga, y denunció la idea de resignarse a la idea de un mundo en el que «cada vez más países posean el instrumento de destrucción última».

Puede anotarse en su haber el acuerdo sobre el programa nuclear iraní sellado el verano de 2015. En cambio, las discusiones sobre desarme nuclear con la Rusia de Vladimir Putin se encuentran en punto muerto.

Esta visita sin precedentes debe permitir, según espera, que el mundo entero no pierda «el sentido de la urgencia» a medida que se aleja el trauma de Hiroshima y Nagasaki.

‘Genbaku domu’ 

Más allá de las palabras, gestos, emociones, las reacciones del presidente estadounidense serán seguidas con lupa en el archipiélago cuando acuda a ese lugar de memoria con, como telón de fondo, el esqueleto de la «Cúpula de la bomba atómica» (Genbaku domu), el único edificio que quedó en pie en esta perímetro a pesar de la potencia devastadora de la bomba A.

Este desplazamiento de fuerte dimensión simbólica, en esta ciudad portuaria situada a unos 700 km al suroeste de Tokio, fue bien acogido a ambos lados del Pacífico.

«Esta visita dará un fuerte impulso al objetivo de un mundo desembarazado de armas nucleares», subrayó el primer ministro japonés, Shinzo Abe, que está al lado de Obama.

En Estados Unidos, ciertas voces se alzaron inicialmente contra lo que habían descrito de antemano como «una gira de las disculpas», pero el conjunto de los electos saludó la iniciativa, inimaginable durante décadas.

Sean cuales sean las palabras exactas que pronuncie Barack Obama la tarde del viernes en este lugar conmovedor que visitan más de un millón de personas al año, la presencia de un presidente estadounidense es de por sí una manera de expresar un pesar, apuntan algunos.

«Quienes lo interpreten de esa manera estarán haciendo una interpretación errónea», anticipó Josh Earnest, portavoz del Ejecutivo estadounidense.

Para mandar un mensaje a las fuerzas armadas estadounidenses cuando realiza esta visita que reaviva el recuerdo de una guerra feroz y despiadada de cuatro años, Obama hará una parada a primera hora de la parte en la base militar de Iwakuni.

En virtud del tratado de seguridad bilateral de 1951, unos 50.000 soldados estadounidenses están estacionados en el archipiélago japonés.