La siguiente es una opinión de la vicepresidenta de la República Dominicana, Margarita Cedeño de Fernández.
No hay dudas de que el crecimiento económico, la estabilidad de los mercados, el desarrollo sostenible, la transmisión de conocimientos y el aumento del capital humano, por si solos, no resultarán en un comportamiento apegado a la moral por parte de la ciudadanía.
Vivimos hoy en día grandes problemáticas sociales, que tienen sus raíces en problemas sociodemográficos y económicos, manifestados en la desigualdad social que impera a nivel mundial. Pero también en la carencia de valores, en la destrucción del núcleo familiar y en la falta de compromiso social de quienes habitamos el planeta tierra.
El auge de la delincuencia, la comisión de actos deshonestos a todos los niveles de la sociedad, la podredumbre que nos aqueja, amenaza con destruir el avance social que hemos logrado. Si no abordamos con determinación esta problemática, nos veremos forzados a construir muros ineficientes para aislarnos de los problemas sociales que hemos ayudado a crear.
Estamos viviendo una era donde el valor de la vida es mínimo, no hay respeto hacia la propiedad ajena y los límites éticos y morales se han desdibujado; propiciando un estado de desconfianza de la ciudadanía que se está transformando en un miedo colectivo.
El riesgo mayor es que el miedo colectivo nos paralice como sociedad, y que los grupos más extremos se apropien del miedo como mecanismo de presión para imponer sus objetivos, utilizando la cultura del miedo como instrumento autoritario y arma intimidatoria que nos mantenga secuestrados en una realidad que nos supera.
Tomemos el ejemplo de Estados Unidos. Encuestas recientes muestran que un 72% de los estadounidenses considera que la moral está en declive en su país. Desde el 2002 la encuestadora Gallup ha realizado esta pregunta en sus encuestas cuantitativas, complementando luego con encuestas cualitativas que demuestran que las preocupaciones sobre este tema están vinculadas principalmente a la falta de respeto entre los ciudadanos.
Los resultados de dichas encuestas presentan los principales problemas que afectan la moral en Estados Unidos: la falta de consideración, compasión y solidaridad hacia los demás, la carencia de estructuras familiares, el divorcio y la ausencia de los padres en el cuidado de los hijos, la falta de fe o de creencias religiosas, el egoísmo y la codicia.
Estos problemas son iguales para nuestros países y se suman a otros más endémicos de la región de América Latina, como la violencia de género, la violencia en el hogar, la pobreza, el embarazo en las adolescentes y el maltrato a los adultos mayores.
Lo que debemos es debatir cómo podemos trabajar el retorno de los valores como política pública, que fue parte de la labor que realizamos con la campaña por una sociedad en valores, que denominamos “Bien por Ti”. Buscamos estimular conductas auténticas, normas éticas y morales que generen cambios positivos de comportamiento social en la ciudadanía en un ambiente de solidaridad y empatía hacia el prójimo.
Pero a la vez, buscamos generar el compromiso de las futuras generaciones con un país mejor, en el entendido de que al mejorar los ciudadanos, mejoran las comunidades y, por ende, mejora el país.
La promoción de los valores desde el ámbito de lo público se manifiesta en el conjunto de las reglas normativas, institucionales, de actitud y morales, las cuales, juegan un papel significativo en la construcción del concepto de ciudadanía. Claro está, se requiere del liderazgo de la clase política en los 3 poderes del Estado, de la mano con el sector privado y la sociedad en su conjunto, para estimular las acciones positivas y generar ejemplos a emular.
Desde el Estado, tenemos que trabajar en la tarea de crear conciencia y modelar con el ejemplo. Tenemos que formar en las normas morales. Tenemos que trabajar en las escuelas fomentando un hábito de respeto al prójimo, al ciudadano y hacia sus autoridades. Tenemos que enseñar y premiar el valor de la justicia y la integridad.
Este pueblo tiene que aprender a que no todo, ni todo el tiempo podemos estar en política, porque de lo contrario, cada decisión o acción se verá permeada por la política, las denuncias irresponsables de corrupción y las complicidades. Y la gente entenderá que cualquier cosa es posible sin medir, y peor aún, sin tener consecuencias.
Necesitamos promover los referentes positivos. No todo puede ser maldad.
Y sobre todo tenemos que crear y restablecer el perdido respeto y aplicación de las normas legales, para propiciar una sociedad más igualitaria y respetuosa en todos los niveles.
Volver a los valores que nos caracterizan como pueblo, como Nación es una tarea urgente para combatir los males sociales que nos aquejan. No todo está perdido. Estamos a tiempo.