Por José Rafael Sosa

En torno a Aisha Syed no se puede hablar ni hay milagros, ni coincidencia de circunstancias, ni de productos del mercadeo e imagen.



Aisha Syed Castro celebró como debía los 15 años de su debut en el Teatro Nacional, volviendo al mismo escenario y tocando el corazón de un auditorio que aplaudió a rabiar.

Aisha Syed Castro celebró como debía los 15 años de su debut en el Teatro Nacional, volviendo al mismo escenario y tocando el corazón de un auditorio que aplaudió a rabiar.

Solo es posible cavilar sobre un talento virtuoso con una oportuna y excepcional formación académica. El resto ha ajustado sus circunstancias en función de un proceso de destinos y condiciones interpretativas. Trabajo, disciplina, educación especializada y pasión por un instrumento del cual emanan experiencias inolvidables.

Tocando con el corazón, para Aisha Syed Castro, la instrumentista dominicana virtuosa del violín que se ha transformado en una carismática figura para públicos de Europa, Asia y Estados, resultó anoche más que el título sensible de un espectáculo clásico de enorme poder de seducción para el público que acudió a celebrar los 15 años del debut – cuando tenía apenas once, tocando el Concierto número 1 de Max Bruch, con la dirección del maestro Carlos Piantini,



La experiencia que proporciona este talento internacional del violín, y que se enorgullece tanto de ser dominicana como de su fe cristiana, hizo que cada concurrente a Tocando con el Corazón, se sintiera justo en el lugar que debía estar: celebrando el arte. Celebrando la vida.

Ahí, en centro de escenario estaba esta mujer, hermosa, alta, violín en ristre, la sala que honra ahora por su nombre, al fenecido maestro Piantini.

Interpretó, con mágica armoniosidad, Czardas, de Victorio Monti, la ultra conocida Sonata 3 de Johnannes Brahms – muy asentada en la memoria emocional del público- la intrincada y desafiante Campanella, de Niccoló Paganini – y que representó la vuelta de tuerca para la interpretación del violín y que desde cuyo estreno, nunca volvió a ser igual la forma de tocar el instrumento debido a los tonos, pasajes y colores obtenidos, descubriendo un universo sonoro no conocido- ; La bella cubana, del maestro afrocubano José White, interpretada por Niní Cáffaro, para cerrar con una majestuosa versión de la Fantasía de Carmen, de Pablo de Sarasate. Todos quedaron esperando Por Amor, (Rafael Solano) incluida como cierre en su disco Martianitis, pero tal no ocurrió.

Aisha invitó a seis estudiantes de la Escuela Internacional de Artes Gocessa, fundada por el maestro violinista Frank Hernández y a cargo del maestro Hipólito Javier y de la Facultad de Artes de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, interpretando el Concierto en si menor para cuatro violines (primer movimiento, de Antonio Vivaldi).

Esos intérpretes fueron: Johali Montero (solo segundo violín), Ruth Herrera y Leandra Peña (solo tercer violín), José Pérez, Emily Castro y Luis Tomás Gálvez, nombres que hay que comenzar a seguir desde ahora. Nóveles carreras que se inician en la estricta disciplina que demanda el instrumento y que podrían ser en el futuro, el mismo símbolo de excelencia de Syed Castro.

La prodigiosa violinista abre así las puertas a nuevos valores del instrumento, que tuvieron su debut profesional al nivel del escenario más noble de la República Dominicana, tal cual ella tuvo su oportunidad a los once años. Generosidad y talentos nuevos danzando al unísono.

Resaltante la actuación de apoyo del maestro pianista cubano- norteamericano, Ciro Foderé, descubierto al mundo cuando ganó el Primer Premio del concurso XIV Bartok-Kabalevsky-Prokovief International, en Virginia.

La joven mujer hizo un cambio de vestuario. Inicio con un tarje de tono salmón, que entallaba su figura hasta las rodillas y brotaban, en buquet de, rosas estilizadas del mismo tono, para luego salir a escena con un atuendo en seda, más sencillo, pero mucho más ajustado a su personalidad, por su paleta de colores y en entalle, mucho más elegante.