Opinion de Robinson Gálvez Lay
Lo que acabamos de presenciar con Sourelly Jáquez y Richardson Saba Núñez, es lo mismo que estamos acostumbrados a ver cuando del avasallamiento del poder se trata, aunque a veces lo vemos a la inversa.
Muchas veces hemos hecho críticas a los agentes de la Autoridad Metropolitana del Transporte (AMET), por la forma que tratan al ciudadano, creyéndose obviamente que una macana, una pistola y un uniforme verde con su rango, son sinónimo de poder o terror.
Sin embargo, en esta ocasión, aunque no voy a defender al agente Richardson, quiero hacer una crítica al accionar de una dama, que por demás es una fiscal de nuestra sociedad, quien también demostró arrogancia y prepotencia, entendiendo que estaba por encima de la Ley y hasta del agente en términos jerárquico.
A ella se le pasó que de una u otra forma podría ser descubierta su altanería e indelicadeza de mujer a través de un medio, en este caso el celular de su propia víctima, lo que sin lugar a dudas la alteró mucho más.
Gracias a este caso y a la labor del agente, la sociedad supo que una fiscal andaba sin licencia al día, sin seguro al día y hasta ya había tenido un altercado por el mismo caso, lo que significa que es reincidente faltando a la Ley, por el hecho de ser una mujer con un chin de poder.
Fue una sorpresa para muchos, en los que me incluyo, que el agente admitiera que le pegó, no porque no sería capaz, sino porque los vídeos no nos presentaron ese escenario con claridad, y precisamente por eso pedí en televisión que un perito estudiara el mismo.
Me gustó el gesto de que ambos decidieron ponerse de acuerdo, pero no me gustó cómo se manejó ese acuerdo. En mi humilde opinión, ambos mostraron caras de que estuvieron ahí sentados obligados para eso, al punto que ahí estaba la fiscal del Distrito Nacional, Jeny Berenice Reynoso.
Tal vez si la fiscal no estuviera presente, sacar esa conclusión fuera un poco difícil, pero pensaron más en la protección de una fiscal, que en la imagen misma de una o dos instituciones, porque todo ese andamiaje se hizo así por una presión social y por la infracción de ella.
Tuvimos la información de que el nuevo procurador, Jean Alain Rodríguez, le pidió a ella que cediera a pedirle disculpas al país, no así a él. Al menos públicamente fue muy notorio de que no había la intención de que entre ellos dos se fumaran la pipa de la paz y así lo demostraron, no hubo un abrazo de paz, ni siquiera para la foto principal o la toma de los medios presentes.
Claro, no puedo obviar que el agente cometió un grave delito, pegarle a una mujer, admitido por él mismo, lo que no se tomó en cuenta para sancionarlo tampoco y lo que demuestra una debilidad de la justicia y la ausencia del régimen de consecuencia.
Soy de opinión, muy mía por cierto, que desde el momento del acuerdo, a él debieron dejarlo en libertad y no fue así, tomando en cuenta que a ella no la sancionaron con un escarmiento, primero porque violó una Ley de tránsito, segundo por desobediencia a la autoridad y un tercero por estar sin documentos al día. ¿Una fiscal?
No podemos olvidar que este ha sido el tercer caso, por lo menos hecho público, que si no hay una grabación, los agentes de la AMET estuvieran bajo rejas, precisamente por las figuras que incurrieron a esta violación.
Veamos. El primero fue en Santiago con el sobrino del ministro Monchy Fadul, que es un militar y fue detenido por hablar por celular mientras conducía y que conoce bien este tipo de delito; el segundo caso fue en Puerto Plata con el ex diputado Alfonso Crisóstomo, quien discutió con un agente por la retención de un vehículo sin papeles al día y tercero, este último. Ambos casos, por suerte fueron grabados.