El Santa Claus de Eric Schmitt-Matzen está acostumbrado a compartir alegría entre los niños. Pero hace unos días, el hombre de 60 años, quien realiza un promedio de 80 presentaciones como el barbado bonachón, tuvo una de las experiencias más duras de su vida.

Tal como informa el diario Knoxville News Sentinel en su página web, Schmitt-Matzen fue convocado a un hospital en Tennessee por una enfermera quien le informó que un niño de cinco años que estaba enfermo quería ver a Santa Claus.



‘Déjame cambiarme y ponerme el uniforme’, respondió. Cuando llegó al hospital, le presentaron a la madre del pequeño y a algunos de sus familiares.

El hombre contó que la madre le pidió que le entregara un juguete que le había comprado en un show de TV. Schmitt-Matzen entró a la habitación del niño sin nadie que lo acompañara, todo vestido de Santa Claus y con su gran barba blanca natural.



‘Cuando entré, él estaba allí, acostado, tan débil que parecía que estaba a punto de dormirse. Me senté en su cama y pregunté dime, ¿qué es esto que escuché de que te vas a perder la Navidad? No puedes perder la Navidad porque tú eres mi venado número uno!’, relató.

‘¿Lo soy?’, le respondió el niño tal como se relata en la historia publicada en el diario Knoxville News Sentinel’. ‘Y yo dije, ¡claro!’.

Santa le dio el regalo y el niño apenas lo pudo abrir. El niño le dijo a Schmitt-Matzen: ‘Dicen que me voy a morir. ¿Cómo les puedo avisar cuando llegue al lugar adonde me voy?’, preguntó el niño.

‘Hazme un favor’, le salió al cruce Schmidtt-Matzen. ‘Cuando llegues, diles que eres el venado número uno de Santa y yo sé que ellos te dejarán entrar’. ´¿Lo harán?’, preguntó el pequeño a lo que el hombre le respondió ‘¡claro!’.

Schmitt-Matzen relató que en ese momento, el niño se sentó y le dio un ‘gran abrazo’ y le preguntó ‘¿Santa, me puedes ayudar?’.

‘Yo lo abracé. Antes de que pudiera decir algo, murió en ese momento. Lo dejé así, solo lo mantuve abrazado y sosteniéndolo’, dijo, informó Telemundo.

Los familiares se dieron cuenta de lo que había pasado. ‘Su mamá entró corriendo. Ella estaba gritando. ‘No, no, no todavía’. Le dí su hijo y salí de la habitación lo más rápido que pude’, recordó Schmidtt-Matzen quien no paró de llorar durante el regreso a su casa.