Sin dudas la navidad es la época más esperada por millones de personas en el mundo, ¿Quién no se deja contagiar por todo lo que envuelve la navidad? Amor, música, regalos, recuerdos, risa, mucha comida, mucho alcohol, prácticamente todo en abundancia al menos para los que pueden tener una vida promedio en la que su sueldo les permite cubrir sin problemas la llamada canasta familiar.
Pero más allá del ambiente festivo, es bueno que dentro de todos los regalos que tengamos pensado ofrecer, pongamos en el primer lugar aprender a escuchar y dedicar el tiempo necesario a los demás.
¿Por qué digo esto? El 24 de diciembre en la mañana un joven allegado a nuestra familia tomó la triste decisión de quitarse la vida tras discutir de forma agria con su novia, la familia del joven está devastada, un panorama indescriptible, no hay palabras que puedan consolar a la madre y a todos los seres queridos que en esta época ven marchar a un integrante de su casa.
Según escuché el joven que intentó ahorcarse, pero que finalmente perdió la vida tras desnucarse, intentó en varias oportunidades hace pocos días de hablar con una amiga, pero por la hora en que fue consultada no pudo dedicarle el tiempo necesario para frenar o por lo menos hacerle cambiar de decisión en cuanto a los planes que tenía de suicidarse.
A veces basta con sentarnos a escuchar, el hecho de que una persona pueda desahogarse le hace reflexionar sobre sus intenciones y mucho mejor si encuentra el sano consejo de un amigo, un hermano, una hermana, un padre, una madre, un tío.
Es cierto que llevamos un ritmo tan agitado que no nos permite valorar cada instante, distraídos pasamos por el mundo sin darnos cuenta del impacto que tienen los consejos y nuestra opinión en la vida de otras personas, usemos esta influencia para construir, no para destruir.
Llame a ese amigo, a esa amiga, a ese hermano que tiene tiempo que no le habla, pregúntele cómo está, dígale de corazón si lo quiere, déjele saber lo importante que es en su vida.
Dios les bendiga y feliz navidad a todos.