Protestas pacíficas en el verano de 2011, luego de la intensa oposición al gobierno de Bashar al Asad (desde el 2000), heredado de su padre Háfez el-Ásad, derivaron en una feroz guerra civil y sangrienta que mantiene al mundo atónito con el despliegue de violencia.
Lo que comenzó como una revuelta pacífica y popular en la que se exigía “una Siria sin tiranía” desapareció en pocos meses, con la represión feroz del régimen, la militarización de la rebelión y la intervención de potencias extranjeras.
Las aspiraciones democráticas de los sirios pasaron a un segundo plano para los países occidentales, inquietos por la emergencia de la organización yihadista Estado Islámico (EI).
La brutal guerra a sangre fría ha dejado un saldo de más de 250.000 muertos y ha provocado el desplazamiento de más de 4,5 millones de personas, uno de los mayores éxodos en la historia reciente, según BBC.
Estallido civil
Muchos sirios rechazaban el alto desempleo en el país, la notoria corrupción, la falta de libertad política y la feroz represión del gobierno de Bashar al Asad, quien heredó el poder de su padre tras 29 años de mandato.
La tortura de una grupo de adolescentes arrestados en marzo de 2011 por pintar consignas revolucionarias en una escuela, provocó intensas protestas inspiradas en la Primavera Árabe lo que empujó a la gente a la calle, causando muertes de varios civiles a manos de las fuerzas de seguridad, lo que desató la ira de ambos bandos.
El levantamiento se extendió por todo el país exigiendo la renuncia de Al Asad, y la severidad del gobierno en la represión impulsó aún más a los manifestantes a mantenerse en las calles.
Inicio de la guerra
A medida que el levantamiento de oposición se extendía, la represión del gobierno se intensificaba, por lo que buscó armarse: primero para defenderse y luego para expulsar a los uniformados de sus regiones.
La violencia aumentó rápidamente en el país tras la promesa de Al Asad de “aplastar” lo que llamó “terrorismo apoyado por el exterior” para restaurar el control del Estado.
Los rebeldes se formaron en cientos de brigadas para combatir a las fuerzas del gobierno y lograr el control de ciudades y poblados.
Para 2012 los enfrentamientos estaban instalados en la capital Damasco y la segunda ciudad del país, Alepo y el conflicto armado entre gobierno y oposición pasó a ser una guerra civil, salpicada por conflictos religiosos enfrentando a la mayoría sunita del país, contra los chiitas alauitas, la rama musulmana a la que pertenece el presidente.
La participación de las potencias regionales e internacionales en el conflicto reforzó la violencia. En junio de 2013, la ONU contabilizaba 90.000 muertes en Siria a consecuencia de la guerra.
Fuego cruzado
Además de la rebelión armada de oposición otros grupos se han hecho partícipes en la lucha por una Siria sin Al Asad, aunque se enfrentan entre ellos también. Un fuego cruzado que lleva a otra guerra dentro de la guerra.
Grupos islamistas y yihadistas, como el autodenominado Estado Islámico (EI), y el Frente al Nusra, aliado a al Qaeda, usan su poder de fuego y tortura para combatir contra las fuerzas del Gobierno y al mismo tiempo irse en contra de rebeldes moderados y civiles.
Del combate también participa el ejército kurdo, uno de los grupos que Estados Unidos está apoyando en el norte de Siria.
El gobierno de Barack Obama desde 2014, junto a Reino Unido y Francia, bombardean Siria contra EI, aunque evitando atacar a las fuerzas del gobierno sirio, pero civiles han sido alcanzados por sus ataques.
Mientras que por su parte, Rusia, apoya ferozmente al régimen sirio con un violento arsenal, lo que ha sido estratégico en las importantes “victorias” que ha tenido el Estado.
Otras potencias en el conflicto
Irán y Siria son cercanos aliados, ambos han sabido mantener una estrecha y estratégica alianza bélica. Desde Damasco transita el flujo principal de armamentos que Teherán envía al movimiento chiita Hezbolá en Líbano, y que también ha enviado a miles de combatientes para apoyar a las fuerzas sirias.
Se dice que el gobierno iraní ha invertido millonarias sumas para fortalecer al ejército sirio, ofreciendo asesores militares, armas, crédito y petróleo.
Rusia interviene desde el inicio apoyando la permanencia de Asad en el gobierno, fundamentado en los intereses de Moscú en ese país. Mientras que Estados Unidos, por su parte, insiste en que al Asad debe dimitir por considerarlo responsable de enormes atrocidades.
Arabia Saudita es otro participante en esta “guerra subsidiaria”, como señuelo para contrarrestar la influencia de Irán, su principal rival en la región; otorgando importante ayuda militar y financiera a los rebeldes, incluidos los grupos con ideologías islamistas.
Turquía también es otro aliado de los rebeldes, mientras intenta que Estados Unidos limite su apoyo a las fuerzas kurdas, a quienes acusa de simpatizar con su enemigo, el proscrito Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), según consigna BBC.
Los rebeldes de la oposición siria también han atraído varios grados de apoyo de otras potencias regionales, como Qatar y Jordania.
Cifras de la guerra
Según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos, un grupo de monitoreo basado en Londres, indica que para septiembre de 2016, la cifra de muertos era de 301.000.
El cálculo del Centro de Sirio para Investigación Política, un organismo de estudios independiente, estima que el conflicto ha causado 470.000 muertes.
Según cifras de la ONU, para febrero de 2016 registraron más de 4,8 millones desplazados de Siria, la mayoría mujeres y niños.
Líbano, Jordania y Turquía enfrentan una crisis tratando de dar cobijo a uno de los mayores éxodos de refugiados de la historia reciente. Mientras que otro 10% de refugiados busca asilo en Europa, lo que ha provocado conflictos en la división de la responsabilidad de estos países.
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¿Quién gana en esta guerra?
Tras casi 6 años de violentos bombardeos, el pasado jueves 22 de diciembre el este de Alepo, exbastión rebelde, fue recuperado por la fuerzas sirias, lo que representa la peor derrota de la rebelión desde el inicio de la guerra en 2011.
Esta aparente victoria del régimen sirio está marcada por la “fuerza bruta” y la emergencia de alianzas entre regímenes autoritarios frente a los países occidentales que optaron por permanecer al margen, dando la espalda a las reivindicaciones democráticas de millones de personas.
Aunque la caída de Alepo no marca el fin de la guerra en Siria, pero sí un punto de inflexión; en todos los casos quienes pierden son los civiles, principales afectados y los menos favorecidos en cualquiera de las direcciones del fuego.
La periodista mulsumana Lucy Aharish, rompió el silencio que enmarca este conflicto que calificó como un “holocausto” y admitió sentir “verguenza” por el secuestro del pueblo árabe y que no se esté haciendo nada para evitarlo.