Llegan dos personas a una entrevista de trabajo. El primero al que llamaremos Pablo, tendrá unos 40 años. Llega con su vestido pulcro, camisa bien planchada, zapatos embolados y una corbata que aún huele a nueva.
El segundo al que llamaremos Patrick, es un millennial, desaliñado o como digo yo, “chiroso”. Pantalón jean, Converse, camiseta y un saco de algodón.
Evidentemente, según Pablo, estos dos personajes no vienen a la misma entrevista.
Y no vienen a la misma entrevista según él, porque primero es para un puesto de responsabilidad. Ser el encargado de un producto de alta gama y de su análisis marketing, no es un puesto para cualquiera. Se necesita experiencia.
Segunda cosa, se nota que Patrick hasta ahora está buscando qué hacer en la vida mientras que Pablo ya tiene la vida más que organizada y tercero, ¿a quién se le ocurriría venir a una entrevista chiroso?
La recepcionista viene por los dos al mismo tiempo, los conduce por un corredor, voltean a la derecha y llegan a un salón de conferencias donde hay dos portátiles abiertos y les pide que se sienten uno al frente del otro. Pablo lanza un hijueputazo mental y se pregunta qué clase de empresa es esa que recibe a alguien vestido de esa forma. Patrick no hace más que mirarlo directamente a los ojos, con esa mirada desafiante propia de un millennial, esa mirada que sabe que tiene su presa donde la quería tener para asestarle el golpe mortal.
La probable jefa entra, los saluda y empieza la entrevista. Lo primero que hace es pedirles que se presenten.
Pablo, es colombiano con 12 años de experiencia, tiene un MBA que hizo en España, un diplomado y una especialización en Colombia. Su pregrado lo hizo en una de las mejores universidades de Bogotá.
Patrick, bueno, el terminó el colegio hace más de 2 años. Desde los 9 años aprendió a programar, a los 15 hackeó su primera página, aprendió de manera autodidacta todo lo relacionado con el big data, referenciamiento web y cómo aplicar técnicas web al marketing geográfico. Validó sus conocimientos a través de la experiencia.
Su último trabajo consistió en ayudarle a una empresa de finca raíz como consultor a encontrar vía marketing geográfico y big data las zonas de la ciudad con proyectos previstos de desarrollo urbano donde había más probabilidades de comprar casas a buen precio, reformarlas y después obtener una tasa de retorno alta en menos de 2 años.
Pablo trata de cerrar la boca para no quedar con cara de tonto mientras lo mira. Algo más, Patrick solo tiene estudios de secundaria. Su pasión son los números y el marketing.
En un momento la jefa hace una pregunta vital: – defina el mercado y cómo creen que pueden atacarlo si quisieran vender los productos de la empresa en Estados Unidos y Canadá.
Pablo recuerda sus clases del MBA. Habla de las famosas cuatro P’s del marketing (Producto, Precio, Plaza, Promoción) habla de la planeación estratégica, la visión y la misión, de sus logros en anteriores empresas y como aplicaría esto al trabajo buscando nichos de mercado apropiados.
Patrick mira hacia el frente como el que sabe la respuesta de la última pregunta para ganarse el millón de dólares de Quien Quiere Ser Millonario. Abre un morral roto que llevaba y de ahí saca una tableta en la cual tiene una presentación en Power Point de 3 diapositivas.
La primera, una infografía que él hizo definiendo el mercado objetivo en Norteamérica. Y explica un dato clave: Estados Unidos tiene alrededor de 4,35 millones de personas que tienen como mínimo un millón de dólares de liquidez. Los geolocalizó por ciudades y además geolocalizó los distribuidores de iluminación de alta gama que tenían locales en las mismas ciudades donde vivían los ricos.
En la segunda diapositiva hace una descripción que se llama “buyer persona”, según cuenta, él conoció esa técnica en uno de los mejores blogs de marketing relacional porque no sabía cómo aplicarla y quería aprenderla. En la diapositiva definió perfectamente quién sería un comprador potencial de una iluminación decorativa de alta gama.
En la tercera diapositiva define cómo atacar el mercado, cómo utilizar algo llamado Inbound Marketing para llegarle a los potenciales clientes, cómo encontrar influenciadores para trabajar la marca, y la necesidad de poder hacer acuerdos de comercialización con los distribuidores de iluminación que mostró en la primera parte de su presentación.
Pablo lanza el segundo hijueputazo mental, mientras la potencial jefa se interesa por saber cómo Patrick geolocalizó los almacenes. Se da cuenta de que Patrick puede ser un recurso clave para su empresa.
A Pablo lo despiden en la recepción informándole que se comunicaran con él para informarle la decisión. El millennial chiroso, esé que sacó una tableta de una mochila rota se queda explicando los datos a la directora marketing y a otro directivo de la empresa.
Pablo baja la cabeza al piso mientras camina. Por su mente pasa los esfuerzos que hicieron en su familia para reunir los 20 mil euros de su maestría en España, el préstamo que pidió en Colombia para hacer la especialización y pensando en esas dos cosas llega a una conclusión: un culicagado le acababa de demostrar que para los tiempos que corren, ésa inversión fue una plata perdida.
¿Títulos universitarios o formación técnica profesional?
Desgraciadamente en Colombia como en República Dominicana tenemos la idea desde hace décadas de que el hecho de tener un cartón universitario nos da más valía en el mercado laboral. De hecho, muchos creen erróneamente que da mayor condición social y laboral un título universitario comparado con haber realizado estudios técnicos. Nada más alejado de la realidad, por ejemplo, en Canadá, muchas carreras técnicas tienen mejor tasa de empleabilidad y salario que un título universitario. Las carreras profesionales en Colombia tal y como están diseñadas hoy en día, en su gran mayoría, no tienen conexión con el mundo laboral.
Según mi experiencia vivida en varios países y lo que puedo ver en el mercado laboral en este momento es que un título universitario cobra valor si es estrictamente necesario para ejercer una profesión o si es obligatorio para formar parte de una orden profesional. Por ejemplo, medicina, enfermería, arquitectura, ingeniería etc.
Tenga en cuenta que si usted es colombiano y quiere salir al exterior en muchísimos casos es mejor estudiar y obtener un grado en el exterior que en Colombia si su objetivo es radicarse y ejercer fuera del país.
Mi recomendación es enfocarse en trabajar en lo que lo apasiona, en lo que usted quiere y desea. Esa es la tendencia hoy día en el mundo laboral. ¿Estaría dispuesto a pasar el resto de su vida en trabajar en algo que no le gusta? Seguramente la respuesta es NO. El esfuerzo, talento y dedicación no siempre están ligados a un título universitario. Los tiempos cambiaron y es mejor adaptarse y enfocarse en desarrollar todo su talento y habilidades que le ayuden a destacar laboralmente.
Con un análisis profundo encontrará alternativas viables para su desarrollo profesional que se adapten a sus necesidades, sus capacidades y el enfoque que quiere darle a su vida profesional ya sea a través de una carrera universitaria o una carrera técnica profesional.
¿Una maestría? Piénselo bien y no malgaste su dinero
Tengo un MBA y aparte de tenerlo ocupando dos líneas de mi hoja de vida no me ha servido de mucho. En algún momento de mi vida tuve que volver a Colombia e integrarme de nuevo al mercado laboral. De esa experiencia (no tan agradable) me surgió una pregunta: ¿vale la pena invertir millones de pesos, tiempo, dedicación y esfuerzo e una maestría para conseguir un trabajo de dos millones de pesos al mes? PARA NADA. Por ejemplo, una maestría en una universidad reputada en Colombia puede superar fácilmente los 30 millones de pesos. Lo que usted recibirá en salario pocas veces compensará la inversión hecha.
La cosa se complica si nosotros como profesionales no exigimos mejores condiciones laborales y terminamos regalándonos por cualquier salario debido a la misma situación del mercado y la coyuntura que atraviesa el país.
En mi trabajo utilizo todo el tiempo el geomarketing para referenciar geoespacialmente un producto o servicio a través de datos, medir impactos y tomar decisiones. Jamás recibí ese tipo de información en el MBA, lo aprendí a través de varios cursos gratis online llamados MOOC (acrónimo en inglés de Massive Open Online Course). Paradójicamente, un curso gratis fue la clave.
Antes de pensar en entregar su dinero a una institución educativa, piense en si es realmente necesario hacer una maestría, en los beneficios que obtendrá, en el nivel educativo de la institución donde la piensa hacer. Deben ser estudios que fortalezcan su vida laboral y, sobre todo, que el conocimiento que obtenga sea absolutamente práctico. He visto maestrías donde el examen final de cada materia no es más que plasmar en 17 hojas de tamaño oficio por las dos caras temas de libros aprendidos de memoria. Eso es botar el dinero a la basura.
Tal como lo diría el mismo jefe de recursos humanos de Google, los títulos universitarios pierden valor, la empresa le da más importancia a la experiencia y a los valores de un futuro colaborador y está tendencia llegó para quedarse en el mercado laboral. Analice muy bien el enfoque que quiere en su vida laboral, priorice el capacitarse en algo que lo apasione y antes de invertir millones en algún estudio piense si hay alternativas más viables económicamente.
Fuente: ElEspectador.com