Acabo de leer el testimonio de Manny Machado, jugador de los Orioles de Baltimore, que nació y se crió en Estados Unidos, pero que optó por representar a la República Dominicana en el el Clásico Mundial de Béisbol.
Mi respeto y admiración, solamente alguien con el corazón limpio puede expresarse de una manera tan noble, de una forma tan emotiva, tan sincera, tan agradecida.
A continuación les dejamos el texto íntegro publicado en theplayerstribune.com:
Por Qué Estoy Jugando para la República Dominicana
Cuando yo era pequeño, mi abuelo me despertaba a las seis todas las mañanas para darme un vaso de leche tibia. Él tenía un régimen muy estricto. Se levantaba a las cuatro todas las mañanas y se dormía a las seis todas las noches. Traerme la leche en la mañana era simplemente parte de su rutina.
Y también era la única forma en la que él podía hacer que yo tomara leche.
El Clásico Mundial en vivo por Internet
A esa edad, yo odiaba la leche. Era solo un niño. Quería dormir. Pero ahora… es divertido pensar en cosas así cuando eres mayor. Esas pequeñas cosas que te molestaban tanto, se convierten en tus recuerdos favoritos. En esas cosas que nunca olvidas.
La mayoría de mis partidos de béisbol cuando era joven eran en la noche, y como mi abuelo se dormía a las seis todas las noches, no tuvo muchas oportunidades de verme jugar. Pero cuando yo llegaba a la casa después de mis juegos, siempre le tocaba la puerta y lo despertaba. Me asomaba en el cuarto para contarle como me había ido.
“Psst… Abuelo… Hoy bateé de 4, 2 e hice una buena jugada defensiva”
“Que bien Manny!” me decía. ¿Tocaste la pelota? ¿Practicaste tocar la pelota hoy?”
El siempre hablada de tocar la pelota. Yo no entendía por qué. Era un niño. Yo quería batear jonrones, robar bases, deslizarme y llenarme de tierra. Yo no quería tocar la pelota. Pero mi abuelo siempre me decía que yo no podía solo ser un buen bateador y un buen jardinero, pero que tenía que ser un jugador completo. Todos los detalles eran importantes para él.
“Si tú quieres ser un gran jugador y llegar a ser profesional algún día, tienes que saber cómo tocar la pelota. Si no sabes tocar la pelota, nunca vas a llegar a las grandes ligas.”
“O.K. Abuelo, buenas noches”
Luego me iba a dormir. Y veía a mi abuelo otra vez a las seis de la mañana cuando me traía mi leche.
Mi abuelo es una de las razones por las que me enamoré del béisbol, porque él amaba tanto el deporte. El creció en la ciudad de La Vega, en República Dominicana y él siempre deseó que yo jugara en la liga invernal para su equipo favorito, los Tigres del Licey. Él quería que yo jugara en las grandes ligas porque siempre fue mi sueño y también porque ayudaría a mi familia a vivir una vida mejor, pero él también quería que yo jugara en Dominicana si tenía la oportunidad o que representara a Dominicana de alguna forma.
Así que será un poco agridulce cada vez que entre el campo con la Republica Dominicana en el Clásico Mundial de Béisbol este año. Sera un gran honor poder representar el país de donde viene mi familia.
Pero estoy triste que mi abuelo ya no está para poder verme.
La cultura Dominicana está basada en la familia. La familia lo es todo para nosotros, y para nosotros todos los Dominicanos son familia.
Te daré un ejemplo.
La primera vez que los Orioles me llamaron para jugar con el equipo grande en el 2012, uno de nuestros primeros viajes fue a Texas para jugar contra los Rangers. Yo había conocido a Nelson Cruz unos años antes, un jugador Dominicano. Él está pendiente de todos los jugadores jóvenes latinos. Es un gran mentor. Lo llamamos Papá.
Cuando llegamos a Texas y entramos al vestuario, habían dejado comida en mi armario: arroz con habichuelas, pollo, plátanos… comida de la buena. Le pregunte a uno de los que trabaja en el vestuario para quien era la comida. Me dijo que para mí. Y le pregunte quien la había traído.
Me dijo que había sido Nelson.
El día siguiente, había mas comida. Esta vez, arroz con habichuelas y carne. Y claro, no se le olvidaron los plátanos.
Fue un gesto increíble de Nelson de salir de su camino de esa forma para recibirme y hacerme sentir cómodo. Él es la persona más buena y generosa que puedas conocer. Él es Papá. Él es Dominicano. Y eso es lo que hacemos nosotros: Somos una gran familia y nos cuidamos entre nosotros.
Yo estaba emocionado cuando Nelson vino a Baltimore en el 2014 y tuve la oportunidad de jugar con él. Y estoy aún más emocionado de jugar con él y representar a nuestro país en el CMB.
Antes de que anunciaran las alineaciones el mes pasado, vi a un analista poner un modelo de la posible alineación de Estados Unidos. En el campocorto: Manny Machado. Y el resto del roster era buenísimo. Cuando vi mi nombre al lado de jugadores como Buster Posey, Giancarlo Stanton, y mi compañero de equipo Adam Jones, pensé, Woao, ese equipo es buenísimo.
En el 2009, cuando yo tenía 17 años, jugué para el equipo de Estados Unidos en los juegos Panamericanos porque el equipo Dominicano no clasificó. Ganamos 8 partidos sin perder, ganando la medalla de oro, y fue una de las mejores experiencias de mi vida. Pero este año, cuando decidí jugar en otra competencia internacional, el CMB, tenía mi mente hecha en jugar con la Republica Dominicana.
Pensé en mi mama, ella está muy orgullosa de ser Dominicana y es una fanática del béisbol. Ósea, ella está loca. A veces le tengo que decir que pare de ver béisbol porque eso es todo lo que hace. En la temporada baja, siempre me quiere hablar de béisbol, y yo tengo que decirle “Mamá, es la temporada baja, no quiero hablar de béisbol.” Ella siempre ha amado el deporte.
Ella trabajó básicamente todos los días de mi niñez, de 8 a.m. a 6 p.m. para asegurarse que nuestra familia – mi hermana, mis abuelos y yo – tuviéramos comida en la mesa y ropa nueva cuando nos hiciera falta. No diría que éramos pobres, pero no teníamos demasiado dinero. Y ella trabajo muy duro para asegurarse de que tuviéramos todo lo que necesitáramos.
También está mi tío Gio. Él y mi abuelo fueron mis figuras paternas. Si tuve una relación con mi padre cuando estaba creciendo, pero él no vivía con nosotros y no era parte de mi vida diariamente. Mi tío fue el que me enseñó cómo arreglar cosas y quien me enseñó a manejar.
Él también fue el me enseñó a jugar béisbol.
Él vivía justo al frente de nosotros, y todos los días cuando él llegaba de trabajar, yo lo esperaba al frente de su casa con mi guante y mi bate. Incluso antes que se cambiara de ropa, o cenara, nos poníamos a lanzar al frente de la casa. Luego él se iba a cambiar y después me llevaba a los campos de béisbol desde las 7 p.m. hasta las 10 p.m. Me bateaba rodados por horas. Me ponía contra la reja, y se para a 10 pies – o hasta más cerca – y bateaba líneas durísimas, una detrás de otra.
Yo tenía siete, ocho, nueve años, y él me bateaba misiles. “Aquí viene Manny. Más vale que la atrapes.”
Yo le decía “¿Estás loco?, ¿Me quieres matar?”
Pero él no estaba tratando de matarme. Él quería que yo mejorara. Llegaba a la casa con golpes y morados en los brazos, y creo que eso me volvió más fuerte. También pienso que hoy en día soy bueno en defensa por esas noches que pasaba practicando con mi tío.
Él también me enseñó a dirigir la pelota cuando bateo, por accidente. Digo “por accidente” porque si había algo que yo odiaba hacer cuando practicábamos, era recoger todas las pelotas después de una ronda de bateo. Tomaba demasiado tiempo, y me tocaba agacharme una y otra vez por todo el campo. Así que empecé a intentar batear la pelota al mismo sitio todas las veces para que fuera más fácil recogerlas después, y me volví bastante bueno en hacer eso.
Mi tío no solo me enseñó a jugar, y me enseñó a ser duro, él puso mucho tiempo para trabajar conmigo. Él fue mi primer entrenador, y no creo que estuviera donde estoy si no fuera por él.
Y claro, cuando pensé en la oportunidad de jugar por la Republica Dominicana, pensé en mi abuelo.
Para cuando terminé mi penúltimo año de bachillerato, mi abuelo ya estaba muy enfermo. Ese verano viajé bastante jugando béisbol antes de mi último año de bachillerato, y no lo pude ver mucho. Cuando empecé clases ese año, él se estaba sintiendo mejor, y me decía “Te voy a ir a ver jugar Manny. Te quiero ver jugar una vez más antes de irme.”
Unos meses después, mi abuelo murió a los 82 años. Era noche buena del año 2009, justo antes que empezara mi última temporada de bachillerato. Nunca me pudo ver jugar esa última vez. Tampoco estuvo cuando cumplí mi sueño de ser seleccionado en el draft el verano siguiente. No estuvo cuando debuté en las Grandes Ligas. Hasta el sol de hoy y en todos los partidos que juego, cuando entro al campo por primera vez, me agacho y escribo las iniciales F.N. en la tierra.
Francisco Nunez.
Mi abuelo.
Hago esto para recordarme que, aunque él no esté ahí para verme jugar, él siempre está a mi lado.
Como dije antes, mi abuelo fue mi figura paterna, y mi amor por el béisbol viene por su amor por el béisbol. Si estuviera vivo, creo que estaría orgulloso de mi. He trabajado duro para ser una buena persona y para ser el mejor jugador de béisbol que puedo ser, y estoy viviendo mi sueño.
Y me volví bastante bueno tocando la pelota.
Cuando llegó el momento, no tenía que tomar ninguna decisión. No había ninguna forma en la que pudiera rechazar la oportunidad de representar a la Republica Dominicana en el CMB. Está en mi sangre. Quiero hacerlo por mi madre, por mi tío y por todos los que me han ayudado en mi carrera.
Pero más que nada, quiero hacerlo por mi abuelo.
Honestamente, si él estuviera aquí para verme jugar en el CMB, no creo que pudiera describirlo con palabras. Y eso estaría bien, porque la única palabra importante cuando me ponga la camiseta será la del país en el pecho – Dominicana –.
Gracias, Abuelo.
Esto es por ti.