Decir que un ama de casa no trabaja es un gravísimo error. Es el más sacrificado, exigente y mal pagado trabajo de todos. No hay fines de semana, festivos ni horas para el descanso. Y, aun con la liberación y empoderamiento de la mujer, muchas toman la decisión libremente de volver al hogar para ocuparse de su familia. Pareciera una contradicción, o una involución, pero no haremos un análisis. Preferimos contar la historia de varias mujeres que asumieron con entereza este rol y no por ello son menos dignas, libres, íntegras o valiosas. Es cierto, estamos en pleno Siglo XXI, ¿y qué?
Nilcaury Echavarría Rodríguez / Edad: 30 años / Hijos: 2 / Profesión: Mercadóloga /
Tomó la decisión: Hace 8 meses
“Mi último hijo nació prematuro y decidí lactarlo exclusivamente con leche materna sin imaginar el fuerte vínculo que me estaba uniendo a él. Cuando se acercaba la fecha para regresar al trabajo me invadía la angustia y la tristeza, todos los días lloraba, pues sabía que, aunque amara mi empleo, al regresar iba a perderme los mejores momentos del crecimiento de mi hijo, y darles sus especiales cuidado por ser prematuro. Ahí tomé mi decisión.
Recibí muchas críticas pero las he asumido de la mejor manera posible, considerando que cuando uno toma decisiones no necesariamente todos tienen que estar de acuerdo, pero siento la satisfacción de que ésta ha sido la más beneficiosa para mi familia.
Cuando tienes la aprobación de papá Dios en las resoluciones que tomas hasta lo negativo se vuelve positivo. Ahora puedo disfrutar al preparar sus comidas, bañarlos, amamantar a mi bebé a libre demanda, ayudar a mi hija mayor con sus tareas, jugar con ellos, besarlos y apapacharlos en cualquier momento”.
Joselly Castrodad-Camblor / Edad: 42 años / Hijos: 2 / Profesión: Periodista /
Tomó la decisión: Hace 10 años
Mi esposo y yo vivíamos en Nueva York y un día decidimos que esa etapa de ser pareja y estar solos había concluido y queríamos aventurarnos a ser papás. Quedé embarazada de mellizos, un niño y una niña, pero jamás pensé que me iba a quedar trabajando en la casa, sino que una vez los niños estuvieran bien encaminados, tras seis meses de maternidad, regresaría a la oficina. Y así lo hice. Pero cuando me daban las ocho de la noche pensaba: ‘los niños están en casa, bien cuidados porque están con su papá y su nana, pero no soy yo la que está ahí acostándolos a dormir’. Cuando decidimos ser padres, sabíamos que lo íbamos a hacer con total entrega y dedicación y queríamos estar ahí. Así me llegó el conflicto de qué hago en casa y qué hago en la oficina. Cuáles son las prioridades de la vida.
Hablé con mi esposo y pensamos que nuestra etapa en ese momento requería que fuera yo la que estuviese en casa, y yo quería estarlo. Mi deseo de estar con mis hijos durante las tardes, cubrir las noches de mal sueño, era mayor que mi deseo de estar metida en la oficina haciendo algo que me gustaba, pero mis prioridades habían cambiado. Parte de esa etapa requirió que regresáramos al país para estar más cerca de nuestras familias. Jamás pensé que ese tiempo de quedarme en casa duraría hasta hoy.
Si hubo comentarios sobre mi decisión no me enteré (risas). Si lo hubiera hecho, hubiesen resultado irrelevantes y no hubiesen cambiado nada.
Sería hipócrita de mi parte decir que todo ha sido color de rosa. Para una mujer profesional que ha estudiado o estudia, no ejercer su carrera la lleva a cuestionarse, a sentirse coja. Pero todo depende del cristal con que se mire. Ahora, cuando veo a mis hijos, y lo bien que están, entiendo que para mí, para mi composición familiar y las metas que tenemos (que no tienen que ser las de nadie más) no ha sido una pérdida, sino una transición”.
“No estoy perdiendo nada. La labor del hogar puede ser muy empoderante para la mujer si se lo propone”
Ana Indhira Villamán / Edad: 36 años / Hijos: 2 / Profesión: Administración de empresas /
Tomó la decisión: Hace tres años y medio
“Tomamos la decisión cuando estaba embarazada de mi segunda hija. La renuncia fue planificada. Siempre tuve el deseo de ser madre a tiempo completo y, cuando tuve a mi primera hija, me di cuenta de por qué, y es que, en mi caso, la posición que tenía era de mucha responsabilidad y algunos días no podía ver a mi hija. Lo que marcó aún más la decisión fue que salí embarazada nuevamente 7 meses después. Si con mi primera hija me vi en una crisis al tener a otra persona criándola, a partir de ese momento mi esposo y yo empezamos a hablar. Nos tomó bastante tiempo tomar la decisión porque mi ingreso era el fuerte de la casa, y por eso no fue fácil, pero le dimos prioridad a lo importante: nuestras hijas. Si teníamos que bajar el nivel y reducir nuestros gastos, además de dar un paso de fe, lo haríamos. Tomamos la decisión y aquí estamos.
Fue un curso de acción difícil y hasta cierto punto radical, contracultural, porque no es una decisión normal en esta época. Para nuestra generación es muy difícil. Al contrario, se busca mucho la superación, que uno progrese en lo laboral, económico y profesional. Dios permitió que yo llegara a una posición hasta cierto punto envidiable y que a tan corta edad pudiera lograr ese puesto (segundo VP de banca corporativa en un banco del país), por eso la mayoría de los comentarios fueron negativos: ‘te estás volviendo loca, te vas a aburrir, no vas a aguantar eso, cómo vas a dejar tus títulos y todo lo que has logrado para meterte en una casa a pasar trabajo’… fueron muchas críticas, pero no me arrepiento. Fue muy gratificante. Ser ama de casa es un trabajo intenso y requiere que la mujer esté atenta a las cosas del hogar. Pero ha sido positivo por todos los lados. Yo sé que mis hijas aún no lo ven pero sé que tendrá sus frutos. Ya los puedo ver.
“Nos tomó bastante tiempo tomar la decisión porque mi ingreso era el fuerte de la casa, pero priorizamos lo importante: nuestras hijas”
Stephany Violeta Pérez / Edad: 28 años / Hijos: 4 / Profesión: Estudiante de psicología industrial /
Tomó la decisión: Hace 2 años
“No pasaba casi tiempo en casa. Llegué a durar hasta 10 días fuera de ella. Mis hijas estaban creciendo y las criaba la señora que se quedaba en la casa, mi madre y mi esposo al llegar en la noche. No pasaba tiempo con ellas, tenían mañas, había cosas que no podía controlar, se enfermaban mucho y busqué la manera de irme acomodando para dedicarles tiempo. Pero se me complicó y decidí dejar el trabajo.
Renuncié a ganar más dinero y a tener un mejor puesto, para estar cómoda. Pero me cansé. Así que llamé a mi esposo, que en ese momento estaba fuera del país, y le dije que había decidido dejar el trabajo para quedarme con las niñas. Que trabajar para pagarle a una señora que se quedara con las niñas y las criara no valía la pena.
Al principio me sentí bien, tenía tiempo para mí y para mi familia, pero sentía que la casa se me caía encima. Porque una está con eso de la liberación femenina: que yo consigo lo mío, que voy, vengo, salgo… Y de pronto te encuentras con los niños; luego llegó un embarazo más y me sentí un poco “quedada”. Añoro tener esa libertad que como mujer me daba tener trabajo, pero también está el hecho de que mis hijas nunca estuvieron mejor ahora que conmigo, están alimentándose mejor, ya casi no se enferman… se nota que son felices.
Es cierto que extraño mi independencia, sé que es algo propio del ser humano. Y no es porque mi esposo no me ayude, porque nunca me ha puesto cara para nada. Sin embargo, no me arrepiento de estar con mis hijas. Por verlas crecer sanas, con independencia y carácter, ha valido la pena”.
“Añoro tener esa libertad que como mujer me daba tener trabajo, pero también está el hecho de que mis hijas nunca estuvieron mejor que conmigo”
Fuente: DiarioLibre.com