Le escuchaba atentamente y no daba crédito de todo lo que decía. Eran sus muchas razones de por qué no quería tener sexo con su pareja, quien justo fue el que más asombrado quedó de todo lo mencionado.
Ella habló sin parar, no se detuvo ni para respirar, al menos, eso parecía. Lo dijo todo, desde lo más simple hasta lo más complicado.
Al terminar y después de calmarla un buen rato le resumí lo más importante para que de inmediato lo pudieran atender en conjunto. Lo primero era reconocer que el trabajo en equipo es imprescindible para una buena relación de pareja y por ende sexual, les dije.
Quedó claro para esta pareja que si en el día a día su vínculo, su cotidianidad, no es buena, peor entonces será su vida sexual; una que a la larga es inexistente y de pura renunciación.
Mas antes de llegar a ese “cero sexo” pasan muchas cosas, les dije, destacando todo lo anterior. Primero llega la sumisión, es decir, complacer sin complacerse, algo que tu esposa admite haber hecho los primeros años, les comenté.
Su rostro cambió al recordar todas las veces que ella lo rechazó sin que él imaginara por qué. Luego, añadí, viene la aversión, cuando ponen cualquier excusa con tal de no tener sexo.
Y, lo peor -les recalqué mirándolos fijamente a los ojos a ambos- es justo donde están ahora, en la realidad del cero sexo o, peor aún, sexo sin sentido.
Repasemos los detalles que les trajo aquí, les dije para canalizar la tensión que de repente inundó la escena; lo dividí en tres categorias, señalé:
Primera: la que más molesta a las mujeres, los malos olores y los descuidos de higiene de la pareja. Mal aliento, mal olor en el cuerpo, no ducharse antes de acostarse, dar un beso sin lavarse la boca, pies sucios, ropa sucia, el emitir sonidos con su cuerpo descuidadamente, entre otros.
Segunda: las actitudes, como llegar a casa y acostarse a ver televisión como si nada más existiera, un hombre aburrido que no trae innovaciones ni a la relación ni a la cama, su pesimismo ante toda nueva idea y cero cooperación o apoyo en el hogar.
Tercera: indiferencia total hacia ella, cero detalles, halagos, pero, lamentablemente, siempre dispuesto a la burla y crítica. No conocen sus gustos, sus preferencias y, para colmo, jamás se les ocurre preguntar por qué ella no quiere sexo, qué prefiere o qué le gusta.
La buena noticia es, les dije, que todo puede y debe ser diferente. Sí, les destaqué, tienen que hacer cambios urgentes para disfrutar de una vida plena, tanto individual como en pareja. La realidad es que cuando una mujer no quiere tener sexo con su pareja éste se debe preguntar qué está haciendo para provocarlo. Más al sexo, recalqué, nunca se renuncia.
Por el contrario, se debe engrandecer de tal manera que ambos logren adorar el acto sexual. Por menos de eso, no se conformen, les dije. Una sonrisa en ambos rostros se liberó de repente, una luz brillaba en sus ojos y una esperanza se asomaba en sus corazones. Misión cumplida, dije en mi mente…