La eyaculación femenina es un terreno recientemente estudiado por la ciencia. Este fenómeno -del que poco se habla- lo viven muchas mujeres y está relacionado con unas glándulas que recién fueron descubiertas en el siglo XIX.
Conocido como squirting en inglés, fue objeto de estudio del mismo grupo de investigadores que analizó el Punto G femenino. La sexóloga Beverly Whipple fue la encargada de liderar la búsqueda de respuestas precisas sobre el sexo y la mujer.
Squirt se traduce como «chorro», así se describe el clímax que alcanzan algunas segregando de manera involuntaria un líquido abundante proveniente de la uretra, el mismo ducto por donde pasa la orina desde la vejiga. Las encargadas de esta función son las glándulas parauretrales descubiertas recientemente, según la publicación científica New Scientist.
«Cada vez son más las mujeres que consultan con mucha timidez acerca de este fenómeno, creyendo que se orinan, y contienen el orgasmo para que no suceda. Algunas incluso se niegan a tener relaciones», relató la sex coach, Mariel Tesler a Infobae.
Este líquido está compuesto de glucosa, fosfatasa ácida prostática y antígeno prostático específico, además de urea y creatina, según confirmaron los especialistas.
No se trata de una incontinencia, sino de una respuesta natural del cuerpo. Todas la producen, sin embargo puede variar en cantidad y duración, desde pequeñas gotas hasta secreciones muy abundantes.
Para los especialistas, la eyaculación femenina cumple una función protectora en el tracto urinario contra posibles infecciones.
Zonas erógenas femeninas
Clítoris: la correcta estimulación con caricias suaves, movimientos circulares, besos, hacen de este punto uno de los más sensibles.
Cuello: un beso o mordisco suave activan los sentidos, ideal para la previa. En muchos casos las mujeres disfrutan incluso cuando le toman el cuello con la mano.
Pechos: tan delicados como el clítoris. Según la filosofía oriental es el punto de partida para que la energía sexual fluya correctamente. Jugar con los dientes suavemente en la zona de los pezones conecta directamente con el deseo.
Vientre: su proximidad con la zona íntima lo convierte en un punto altamente sensible al tacto y a las caricias.
Boca: el secreto está en el beso, parece una simple demostración de afecto pero generalmente sólo lo pensamos como zona de activación cuando recién nos conocemos. Jugar con los labios, la lengua y la respiración estimula el deseo. Cuando se besa apasionadamente también despertamos el sentido del olfato y la química de los dos se activa.
Fuente:infobae.com