Por José Rafael Sosa

Carpinteros es el punto cinematográfico criollo más alta calidad que ha llegado a pantallas en lo que va de año.



Si hacía falta una película dominicana total y definitiva de la cual, público, cronistas y críticos, satisfechos al extremo, sin paternalismos porque sus creadores son jóvenes, sin adulación o compromiso, ésta es. Ella ha llegado: Carpinteros.

Esta producción llega para prohibir que nunca más se hable del “cine dominicano”, como una unidad identificatoria de un quehacer fílmico simplista, comercializado y necesariamente marcado por falencias y miserias de producción. Para hablar del cine nacional, ahora hay que detenerse a clasificar y asignar premios o reprimendas, de acuerdo con las tendencias, líneas y trayectorias, todas variadas y distintas.



Carpinteros pone en primer plano el talento de su director José María Cabral, (Jaque Mate, Arrobá, Despertar, y Detective Willy) que logra su obra mejor terminada, pero además muestra mostrar la fuerza de actuaciones deslumbrantes y auténticas, haciendo un uso correcto y a fondo del armazón técnico, en la que resaltan a lo lejos la fotografía, la edición, el diseño de arte y el de sonido y, finalmente para dar una lección acerca de cómo se pueden abrir, de par en par, las puertas del cine mundial a la producción cinematográfica local.

Este el drama carcelario con geniales toques de humor, tiene un valor artístico y social que trasciende a las proyecciones que inician mañana jueves, llamadas a convocar, sobre todo por la recomendación persona a persona que habrá de producirse, por el efecto sobre y a nuestro juicio, debido a su fuerza como documento que expone el bi-polar sistema carcelario dominicano que simultáneamente resulta ser orgullo y ejemplo dominicano (el nuevo modelo penitenciario) y vergüenza que agrede la dignidad humana (el viejo modelo).

Una historia humana, magistralmente interpretada por sus tres protagonistas con una paleta viva de colores y con mostrando lo mejor y lo peor del género humano cuando es la pasión del amor o el sinsentido del egoísmo, las que conducen conductas y actitudes.

Lo que impacta de Carpinteros es su acertado criterio, sensibilidad, sentido profesional del quehacer, sentido agudo para seleccionar su equipo.

José María Cabral no ha tenido suerte. No es Carpinteros un resultado de azar, la suerte, la casualidad o el movimiento de los astros.

Este es el mismo Cabral del drama Excesos, (2008) que vimos en entusiasmados por José Enrique Pintor, impresionado por la capacidad del novísimo director criollo, sólo que ahora, tras sus estudios de dirección y actuación en Nueva York, tras muchos esfuerzos individuales de capacitarse, al fin ha logrado un filme apetecido internacionalmente, al punto de que ya le fue comprado para su exhibición en el resto del mundo.

Para este caso, Cabral se decidió por seleccionar actores profesionales del más alto desempeño y emplear como base de la historia, a personal de vigilancia carcelaria y a los propios privados de libertad, que dieron el máximo de lo que podían ofrecer. Filmar en dos cárceles con dos modelos penitenciarios distintos, por el hacinamiento, el calor agobiante y el peligro que implicaba, fue una tarea desafiante que Cabral aceptó, y ha salido con dignidad a buen camino,
Carpinteros tiene los desnudos más naturales que hayamos visto (de hombres y mujeres) en el cine criollo. La escena intima entre los dos protagonistas, es de antología para la no escrita historia visual del cine dominicano.

Actuaciones

Los tres protagonistas (Judith Rodríguez, Jean Jean y Ramón Emilio Candelario), toman muy en serio la encomienda y logran una dinámica actoral de alto vuelo dramático

Jean Jean (Julián Sosa) tiene en La Cárcel de La Victoria, (José Enrique Pintor) su primera experiencia con filmes carcelario, pese a que Pinky – consciente de la fuerza dramática de su rostro.- se limita a pasarlo pon pantallas unos minutos cuando en la guagua, se llevan los presos a ese penal. Jean Jean logra la mejor actuación de su carrera y cambia para siempre su posición en la industria. Sin acentos, intenso, directo y penetrante, hace un Julián Sosa que deberá serle reconocido en su momento.

Judith Rodríguez (Yanelly), fresca, intensa y sensual. Su relación con Jean Jean deja explícito un mensaje de integración racial y hermandad entre dos pueblos hermanos.

Ramón Emilio Candelario (Manaury), debe ser un orgullo y un ejemplo de disciplina e interpretación a fondo para los estudiantes de la Escuela Nacional de Arte Dramático, de la cual él ha egresado. Un villano formidable y latino.
En los roles secundarios, se llevan las palmas Aleja Johnson y Orestes Amador.

Técnicamente

Se impone reconocer al director de fotografía: Hernán Herrera (Colombia), por la paleta cromática que logró sacar de estos micóticos ambientes de prisión; a Denis Adolfo Godoy Paz (Honduras), responsable de Sonido Mix, Franklin Hernández, por el diseño de un sonido que sirve de sustento auditivo que reproduce vívidamente los ecos de la prisión y Freddy –Arturo Ginebra, a cargo de la música.
Fiha

SINOPSIS

Julián Sosa encuentra una razón para vivir en el último lugar imaginado: la cárcel. Su romance con la interna Yanelly debe desarrollarse con el lenguaje de señas creado por los internos: el carpinteo, que se desarrolla a la distancia, desde un ventanal y una cancha, entre hombres y mujeres que establecen una relación de pareja. Julian y Yanelly establecen un vínculo innombrable, a pesar de que ella es la mujer de Manaury, el matón peligrosísimo de los encarcelados. Todo parece dejar ver que los hechos concluirán con la sangre de alguien.