Los niños y niñas son muy perceptivos de lo que ocurre a su alrededor. Desde la primera infancia, aún sin entender el significado de las palabras, son capaces de leer las emociones de acuerdo a la entonación de la voz.
Por eso cuando ocurre alguna muerte en su entorno más cercano les afecta. “Los niños perciben cuando suceden cosas importantes a nuestro alrededor. Queramos o no van a ser impactados si ocurre alguna muerte en su entorno más próximo”, precisa Karen Repetur, psicóloga clínica y académica de la Universidad Andrés Bello (UNAB).
Incluso, agrega, los niños se ven frecuentemente expuestos a la palabra muerte en los cuentos, dibujos animados y juegos de videos, entre otros medios. Por tanto, si no se ven expuestos a una muerte real en su círculo más próximo, “de todas maneras, tarde o temprano preguntarán a sus padres sobre el tema”, añade.
¿Cómo entienden la muerte según su edad?
Karen Repetur explica que los niños atraviesan diversas etapas respecto de su comprensión de la muerte, las cuales detalla a continuación:
En la edad preescolar, perciben la muerte como algo temporal y reversible. “Alrededor de los 7 años comprenden que es un proceso que a todos nos va a ocurrir y que es para siempre, pero aún albergan la fantasía de poder escapar de la muerte de alguna manera”, dice.
Además, “la idea de retornar a la vida en forma de ángel por ejemplo es también común hasta los 9 o 10 años”, aclara.
En la edad puberal y durante la adolescencia se va “aceptando y comprendiendo a cabalidad el concepto de muerte y su irreversibilidad”, asegura. Incluso, agrega, las teorías acerca de ella se van acercando cada vez más a la espiritualidad del adulto.
El lenguaje adecuado
Por lo tanto, para hablar con los niños sobre la muerte primero hay que considerar su edad y luego adecuar el lenguaje y la profundidad de las ideas.
Para eso la académica UNAB aconseja:
– Hablarles con un lenguaje sencillo y frases cortas, simples y decir la verdad.
– Una buena forma de describir lo que ocurre es plantear que cuando alguien muere deja de respirar, de sentir, de hablar, de pensar y de realizar todas las acciones que vemos en las personas.
– Si se trata de un animal o de una planta, explicarles que dejan de realizar todas las funciones y comportamientos propios de su especie.
Es importante la tranquilidad y naturalidad con la que el adulto hable, de modo de no angustiar al niño.
– Se deben responder todas las preguntas para que no persistan dudas.
Hay que acoger con respeto los sentimientos, temores o ilusiones que los niños manifiesten al respecto.