Pararse frente al espejo todos los días la llevó a asumir que su cuerpo era su enemigo. Lo que se reflejaba no era lo que Elizabeth deseaba ver.
Por situaciones similares atraviesan miles de hombres y mujeres que no se sienten a gusto con su figura o rasgos fisonómicos.
Nos han vendido la idea del “cuerpo de guitarra” (en el caso de las mujeres) o de un “Adonis” (en el caso de los hombres) con medidas ideales y, literalmente, muchas personas han procurado comprarlas.
Tal es el caso de Elizabeth:
“Me sentía incómoda conmigo misma, perdí el interés en salir de la casa porque entendía que la ropa no me quedaba bien, nunca había sido gordita o llenita”, cuenta nuestra protagonista. Por lo que decidió someterse a un proceso quirúrgico para quitarse “las libras de más”.
Y así la dominicana radicada en España comenzó a ahorrar para viajar a Santo Domingo con el objetivo de cambiar su apariencia.
Como ella, cientos de personas, dominicanas y extranjeras, deciden hacer este tipo de procedimiento en República Dominicana por resultar más barato que en otros países.
“Allá es más económico y un médico europeo hace un trabajo más natural, se preocupa más por la salud, mientras que un latino (en este caso dominicano) piensa más en la figura… en dejarte muñeca”, expresa Elizabeth, quien consideró favorables estos dos aspectos.
Durante dos años pudo ahorrar RD$120 mil, cantidad que resultó insuficiente, pues el costo de la lipoescultura ascendía a RD$140 mil, sin incluir los procedimientos pre-quirúrgicos, post-quirúrgicos ni otros gastos, que terminaron elevando a RD$240 mil el costo del proceso.
Estos procedimientos secundarios abarcan los masajes post cirugía (20 en total), los medicamentos, el uso de indumentarias post-quirúrgicas (como fajas terapéuticas) y, finalmente, un punto importante cuyo costo puede ser subestimado: el cambio en la dieta o el régimen alimenticio.
En el caso de Elizabeth, la decisión estaba tomada. Los costos se dispararon y no había marcha atrás. ¿Qué hacer?
La opción más factible –a su entender- era recurrir a un préstamo. Pero como no era ente de crédito en el país, decidió acudir a un prestamista informal, dejando como garantía un vehículo que le había regalado a su hermano.
Números peligrosos
“El préstamo fue de RD$60 mil, con intereses de un 20% mensual”, cuenta resignada Elizabeth, quien en ese momento vio esta opción una luz para alcanzar su deseo.
Pero el destino le deparaba otro incidente. Luego de ponerse “muñeca” perdió su empleo. Por lo que se atrasó con el pago de sus cuotas con el usurero.
En ese contexto, el proceso se convirtió en un dolor de cabeza. Si, en efecto, éste fue momentáneo, también es cierto que generó un desequilibrio muy severo en sus finanzas.
Con el atraso y los intereses terminó pagando casi 100% del monto inicial de la deuda contraída. De esta manera la renovación de su cuerpo terminó costándole casi el doble del monto que tenía disponible inicialmente.
Financiamiento informal y formal
En República Dominicana son desconocidos los datos sobre la cantidad de cirugías estéticas que se llevan a cabo cada año. Sin embargo, está bastante extendida la percepción de que este es un mercado en crecimiento. Esto porque muchas mujeres y hombres valoran como una inversión embellecer o mejorar su figura con el objetivo de explotar su imagen en el campo laboral.
Así, resulta frecuente que personas con pocas posibilidades económicas opten por tomar financiamiento para someterse a estos procesos. Ocurre tanto en el mercado informal del crédito como en el formal (a través de los préstamos de consumo).
Jean Paul Giudicelli, presidente de la Sociedad Dominicana de Cirugía Plástica Reconstructiva y Estética (Sodocipre) donde convergen 160 especialistas acreditados en el país, aseguró a este medio que “las pacientes no toman préstamos para los procedimientos”.
Sin embargo, la clínica de Rafael Estévez , encargado de finanzas del gremio, presenta opciones de créditos como una “alternativa para cumplir su deseo”.
“Como forma de facilitar el pago del costo de los procedimientos estéticos, hemos negociado planes de financiamiento con varias de las principales instituciones financieras del país”, explica en su página web.
En el mercado formal ofrecen tasas de entre un 6% a un 12% para esos fines.
“Te diriges al área de negocios con tu cédula de identidad y la cotización del centro de estética, allí te evaluaran para ver si calificas”, explicó la representante de una reconocida entidad bancaria.
¿Fue una buena decisión financiera?
Las ofertas de financiamiento para hacerse cirugías estéticas, en el mercado, no faltan. Pero, ¿es esta buena idea? Un experto difícilmente la recomendaría: “No debemos asumir préstamos tóxicos y, nunca, endeudarnos por una causa similar sin antes disponer de un fondo de emergencia con el que podamos cubrir al menos tres meses de gastos fijos”, indica el analista financiero Alejandro Fernández W.
Este fondo debe incluir el pago de las cuotas de los compromisos financieros asumidos: pago de préstamos, tarjetas de crédito y demás.
En cuanto a los gastos secundarios, Fernández W. sugiere que debe tener en cuenta las operaciones adicionales que puedan surgir. Como las mencionadas en el caso de Elizabeth.
El experto en finanzas añade que también se deben tomar medidas de control de calidad, para evitar complicaciones por prácticas médicas o de sanidad inadecuadas.
De todos modos, a su entender, lo ideal es jamás endeudarse por una razón como esta.
El problema no es físico
Mari Mora, psicóloga clínica, considera que la presión social influye directamente en la decisión de una persona a someterse a procesos como la cirugía estética, en especial de las mujeres, que en nuestra sociedad más propensas a recibir críticas asociadas a su apariencia.
“Los cánones de belleza sociales son cada vez más exigentes con respecto a cómo debe ser una mujer que se considera bella. A veces se recurre a la cirugía estética como una manera de fortalecer la autoestima pensando que mejorando la parte física va a mejorar la parte interior”, manifiesta la experta en conducta humana.
Asegura, además, que existe una apreciación errada en cuanto a la necesidad que tienen las mujeres de preservar, a pesar del paso de los años, una apariencia joven y lozana.
“Durante la crisis de la mediana edad, en una sociedad machista como esta en la que estamos, la mujer empieza a desarrollar temor de perder a su pareja”, explica.
Esto, porque con mucha frecuencia los hombres maduros tienden a tener predilección por las mujeres mucho más jóvenes, a juicio de la especialista.
Entre ellos también se ha venido haciendo cada vez más constante la preocupación por la belleza física.
Proceso adictivo
En ocasiones el afán por modificar la apariencia física mediante cirugías es una expresión de una enfermedad y el problema trasciende, por mucho, el aspecto económico.
Así, luego de que una persona “perfecciona” una parte de su cuerpo corre el riesgo de no resistirse a continuar mejorando su apariencia, y se puede convertir en dismorfófobica.
Quien padece este trastorno, también conocido como dismórfico corporal, siente una constante y excesiva preocupación por algún defecto físico, sea real o imaginario.
“Son personas que empiezan a hacerse cirugías y no pueden parar”, puntualiza la doctora Mora.
Esto, con el tiempo, se convierte en un acto obsesivo y, por ende, peligroso para la persona.
“Cualquier pequeño defecto físico es convertido en un elemento de sufrimiento y la persona se somete permanentemente a cirugías de reconstrucción”, alerta la experta en conducta humana.
¿Belleza = felicidad = éxito?
La fórmula de que cuantos más bellos más exitosos no es la norma. Otros componentes como la preparación y los valores son fuente de bienestar.
“Tenemos un pensamiento infantil al pretender que con un solo aspecto (el físico) que se modifique se va a solucionar el problema. A veces tiene más sentido invertir en enfrentar el problema (en sus otras dimensiones)”, concluye Mora.
Fuente: www.argentarium.com