Para algunos, dormir es uno de los momentos más esperados después de un día intenso. Para otros, conciliar el sueño implica poco menos que una tarea titánica. Insomnio mediante, la noche se estira como un chicle. Distintos métodos y técnicas se recomiendan para convertir el descanso en un momento placentero. Sin embargo, una nueva investigación parece haber dado con el verdadero quid de la cuestión.
En el nuevo estudio participaron 823 adultos mayores, entre 60 y 100 años, que respondieron a una encuesta de 32 preguntas sobre el sueño. Los científicos estadounidenses advirtieron que, más allá de la edad de los voluntarios, las conclusiones se pueden extrapolar a cualquier rango etario.
Los resultados, publicados en la revista Sleep, Science and Practice, reflejan que la clave está en el propósito de sus vidas. Los participantes que respondieron con un criterio proactivo en las 10 preguntas sobre «sentido de vida» eran 63% menos propensos a tener apnea del sueño y tenían 52% menos de probabilidades de sufrir «síndrome de piernas inquietas».
La apnea del sueño es un trastorno común que implica intermitencias, pausas prolongadas en la respiración varias veces por hora. En cambio, el síndrome de piernas inquietas hace referencia a la necesidad casi imperiosa de mover las extremidades inferiores una y otra vez por las sensaciones incómodas que allí se sienten.
«Ayudar a las personas a cultivar un propósito en la vida podría ser una estrategia efectiva para mejorar la calidad del sueño, especialmente para una población que está enfrentando más insomnio», dijo el líder de la investigación Jason Ong, de la Northwestern University Feinberg School of Medicine, en Illinois.
En general, con el correr de los años, la dificultad para conciliar el sueño por las noches aumenta. Los problemas al dormir se asocian a distintas enfermedades que, a veces, vienen aparejadas con la edad, como el Alzheimer, distintas patologías del corazón, diabetes e incluso resfriados y gripe.
El estudio consideró distintos factores como la raza, la edad, el sexo, la alimentación y los hábitos para determinar que en el propósito de la vida radica la clave en la calidad del sueño. Tal noción fue evaluada a partir de las escalas de bienestar psicológico de Ryff y Keyes en la que, por ejemplo, los participantes debían calificar declaraciones como: «Me siento bien cuando pienso en lo que hice en el pasado y lo que espero hacer en el futuro».
Tener un propósito se relaciona con el significado y el horizonte más cercano. Es decir, aspiraciones y metas para el corto y mediano plazo, además de la sensación de que los hábitos y cada acción llevada a cabo implica una experiencia significativa.
Fuente: derf