Por Cándida Figuereo

Los fenómenos atmosféricos son las pruebas más fehacientes de la vulnerabilidad del ser humano. Usualmente creemos saberlo todo, pese a que una gran mayoría no sabemos nada de nada.



Es precisamente en esos momentos en que la naturaleza se “enoja” y demuestra su fortaleza, la cual no podemos frenar, cuando damos Gracias a Dios por salvarnos de sus garras.



La página Nasa Epace Place refiere que “Los huracanes son las tormentas más grandes y violentas de la Tierra. Las personas llaman a estas tormentas con distintos nombres como tifones o ciclones según el lugar donde se producen. El término científico para todas estas tormentas es ciclón tropical. Sólo los ciclones tropicales que se forman sobre el Océano Atlántico y el Océano Pacífico oriental se llaman «huracanes».

Como sea que se les llamen, todos los ciclones tropicales se forman de la misma manera.

La citada página señala además que los huracanes “son tormentas más grandes e indican que “los ciclones tropicales son como motores gigantes que usan aire cálido y húmedo como combustible. Por eso se forman sólo sobre océanos de agua templada, cerca del ecuador. Otra forma de decir lo mismo es que el aire cálido se eleva causando un área de menor presión de aire cerca del océano”.

En fin, esto me causa pavor y no me interesa entenderlo porque de ningún modo podría contribuir a una solución si fuere el caso.

Atrevidamente, supongo, que quizás sería bueno no abusar tanto de la madre naturaleza aniquilando los árboles para carbón, para construcción de vivienda y un sinnúmero de utilidades.

En fin, la tumba de árboles debe tener un tope, lo que a su vez ayuda a nuestros ríos cada vez más constreñidos.
Cada día debemos dar Gracias a Dios por el espacio que nos ha tocado para vivir, pero debemos cuidarlo. Si cortas un árbol, por ejemplo, siembre 20. No seas tacaño, ayuda a la naturaleza.