Los incendios que actualmente azotan el norte del Estado California han sido catalogados como los más letales en su historia. A la fecha, las llamas han consumido cerca de 86.000 hectáreas y destruido más 5.700 edificaciones. Un desastre por donde se mire. A pesar del profundo impacto medioambiental y económico generado, cerca de 4 mil reclusos formen parte del contingente de bomberos que combate el incendio, abriendo el debate acerca de las oportunidades laborales para este segmento de la población.
En el caso de California, el trabajo de reclusos en este tipo de siniestros no es reciente. Desde 1946, el Estado brinda a su población penal la oportunidad de participar en este programa, cuyos beneficios contemplan incentivos monetarios e incluso reducción de sentencias.
De esta manera, los internos ganan US$2 al día con un bono extra de US$1 por combates exteriores de incendios, regalía que se suma a una reducción de dos días de sentencia por cada jornada de trabajo. Para formar parte de esta iniciativa, a los postulantes se les exige un registro de buena conducta, quedando descartados aquellos condenados por asesinatos, secuestros, asaltos, entre otros.
A pesar del éxito en California, el trabajo penitenciario en Estados Unidos dista de ser perfecto y hay sectores que piden reformarlo. Fue así como en 2016, diversas organizaciones llegaron incluso a declarar huelgas de hambre en 24 estados por lo que consideran “una forma de esclavitud moderna”, exigiendo compensaciones justas por el trabajo en las cárceles. La realidad es que los internos reciben entre 12 y 40 centavos por hora trabajada e incluso, en algunas prisiones federales de Arkansas o Georgia, no son remunerados.
De acuerdo al periódico español El País, si el universo de 900 mil reclusos norteamericanos fuera una empresa, el tamaño se acercaría al de la compañía Walmart, el principal empleador privado del país. Cabe destacar que ésta junto a Verizon, Starbucks, McDonalds, son algunas de las organizaciones que contratan a reclusos en Estados Unidos.
¿Qué pasa en el resto de mundo?
En el caso del viejo continente se viven distintas realidades respecto al trabajo penitenciario. Por ejemplo, en España, el 23% de la población penal posee un empleo remunerado que cuenta con sus respectivas prestaciones sociales. Es así como los reclusos se desempeñan en diversos talleres como carpintería, confección de uniformes, panadería, lavandería, entre otros.
Asimismo, gracias a un convenio impulsado por el Ministerio del Interior español, 125 empresas cuentan con instalaciones en cárceles, lo que ha permitido la formación de “prisiones especializadas”, como la de Estremera, en la que más de 100 presos montan piezas para ascensores; o la de Ocaña I y II donde 180 internos trabajan en equipos de aire acondicionado.
A pesar de los avances en la cooperación público-privada, actualmente en España se debate en torno a la precarización del sistema laboral que algunos tildan de “esclavista”, debido a que los salarios percibidos están lejos del mínimo interprofesional que asciende a 707,7 euros .
En este sentido, solo 1.439 gana más de 400 euros al mes y más de la mitad percibe menos de 200 euros . “Las empresas van a ganar dinero y hay casos de competencia desleal. Por el mismo trabajo los internos cobran mucho menos que los empleados que trabajan fuera de la cárcel”, señala Ángel Moreno, de la Sección Estatal de Prisiones .
Caso contrario al español es lo que se vive en algunos países escandinavos, que constantemente lideran los rankings globales de calidad de vida y gozan de altos estándares en educación, seguridad, salud, entre otros. Como era de esperar, el sistema penitenciario de naciones como Noruega y Dinamarca está un escalafón arriba respecto a la media a nivel mundial. Es así como en el caso noruego, existen dos recintos denominados “la utopía de las prisiones”.
Se trata de establecimientos situados en las localidades de Bastoy y Halden en las que los convictos cuentan con amplias jornadas de trabajo, en las que desempeñan labores como cuidado de animales de granja, manejo de ferry, cocina, agricultura y trabajos en invernaderos, entre otros. De acuerdo al director de la prisión de Bastoy, Tom Eberhardt, el sistema correccional noruego se basa en el “principio de la normalidad” que busca crear una rutina de trabajo con el fin de que el día a día de los reclusos no sea distinto a un día fuera de la cárcel.
Por su parte, en Dinamarca los reos tienen la “obligación de trabajar, estudiar o participar en otra actividad autorizada”, de acuerdo a autoridades locales. En el caso de los empleos, los internos pueden optar desde talleres de producción, labores agrícolas o de silvicultura, limpieza, hasta el mantenimiento de edificios, parques y jardines.
Todos los reos están obligados a trabajar al menos 37 horas semanales y reciben alrededor de 1.000 pesos chilenos por hora, monto que puede aumentar al transcurso de semanas, en función de la buena conducta de los internos. Junto con lo anterior, el sistema penitenciario danés otorga permisos para trabajar fuera de la prisión o incluso dedicar tiempo a actividades laborales propias dentro de las cárceles, casos en los que se les exige a los reclusos pagar por su estancia en la prisión.
Trabajo Penitenciario en América Latina
Latinoamérica vive una profunda crisis carcelaria. Tal como recoge el Centro Internacional de Estudios Penitenciarios de la Universidad de Essex, países como Perú, Salvador, Venezuela y Bolivia presentan los índices más altos de sobrepoblación a nivel mundial, lo que se traduce en precarias condiciones de vida al interior de estos recintos en los que el hacinamiento, torturas y corrupción son pan de cada día.
A pesar de esta realidad, existen algunos programas que ofrecen a los reos oportunidades laborales, como es el caso de la iniciativa peruana “Penal-Escuela Taller”. El proyecto, implementado en Cuzco por Instituto Nacional Penitenciario del Perú, en conjunto con el Banco Mundial, capacita a 800 internos en trabajos de artesanías, textiles y cueros, productos que posteriormente son vendidos en circuitos turísticos o supermercados.
Por su parte, el Ministerio de Justicia peruano presentó este año “Cárceles Productivas”, iniciativa que busca que los reclusos trabajen mientras cumplen sus penas, siendo remunerados por sus labores y capacitados para su reinserción social. De esta manera, se implementaron 224 talleres para elaborar productos de carpintería, cuero, textiles, entre otros, en los cuales han participado 25 mil internos del país incaico. El ministro de Justicia peruano, Enrique Mendoza, ha indicado que la iniciativa, que permitió la intervención del sector privado en los penales, ha generado más de 40 millones de dólares de ganancia y se espera duplicar su número y participantes.
En el caso argentino, 28 mil internos tienen acceso a trabajo remunerados, de los cuales 9.347 trabaja hasta 40 horas semanales, de acuerdo al Informe Anual de Sistema Nacional de Estadísticas sobre Ejecución de la Pena (SNEEP). Ahora bien, la oferta laboral en los recintos penales es amplia y contempla talleres productivos de agricultura, cría de bovinos, horticultura, quesería, entre otros. Asimismo, también existen talleres industriales en los que se producen muebles, artículos deportivos, productos de limpieza, así como carpintería metálica, zapatería y artesanía.
En cuanto a las remuneraciones que reciben los internos, la hora de trabajo tiene un valor de 18 pesos argentinos, de acuerdo a la Procuración Penitenciaria de la Nación (PPN). Si bien un recluso puede percibir un máximo de 200 horas mensuales, son “excepcionales” los casos en que los internos cobran ese monto, según a la misma fuente.
Trabajo Penitenciario en Chile
El Balance de Gestión Integral 2016 del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos y Gendarmería, señala que 16.129 internos tuvieron acceso a un trabajo en los distintos establecimientos penitenciarios del país, lo que representa el 54,31% de la población penal chilena. Sin embargo, el mismo informe agrega que solo 3.891 percibieron ingresos económicos, lo que equivale al 24,12% del promedio total de internos que realizaron actividades laborales.
¿Cómo se estructura el mundo laboral penitenciario chileno? De acuerdo a un artículo de Publimetro, la artesanía lidera la lista de trabajos al interior de los recintos, seguido de servicios de mantención con incentivos monetarios. Junto a esto, también se contemplan trabajos exclusivos ofrecidos por talleres del Centro de Educación y Trabajo (CET) .
De acuerdo a cifras de Gendarmería, 1.582 internos trabajan para empresas privadas que colaboran de manera interna con los reos. Asimismo, existe también un grupo internos que realizan oficios independientes, otros que prestan servicios mediante los talleres CET y, finalmente, los que trabajan para empresas privadas externas. Consultada por los beneficios monetarios e incentivos derivados del trabajo penitenciario, Gendarmería no respondió la solicitud del medio.