Por Lisset De Los Santos
Mi país es el mejor del mundo, a boca llenas siempre que tengo la oportunidad de salir y conocer otras culturas, afirmo con mucho orgullo ¨El mejor activo con que cuenta la República Dominicana es su gente” sin embargo existen acciones reincidentes que empañan mi acotación.
Cifras tan alarmantes como decir que perdemos más de 100 mujeres anualmente, donde su asesino es el hombre con que comparte el mismo hogar, por motivos injustificados que todos conocemos. En años anteriores las cifras han llegado hasta 131 víctimas fruto de este horrendo drama llamado feminicidio, datos que no coinciden con lo que a diario vemos en la prensa, puesto que los números de la procuraduría por lo regular siempre son menores a la realidad.
Caramba ¡ De qué otra cosa puedo escribir, de muchas, pero dados los lamentables hechos recientes? En esta ocasión de los feminicidio, aunque me avergüenza pensar en escribir de las múltiples complejidades de ser mujer y de las cuantiosas bellezas de serlo cuando van 70 feminicidios durante este 2017. ¿Cómo podemos hablar de orgasmos, de amarnos a nosotras mismas o de relaciones libres de celos cuando nos están matando? En Errede se nos condena por abortar (aun cuando existan causas justificables), Se nos asusta con la soltería, Se nos asesina por “decidir terminar una relación”
Y existen personas tan osadas que hasta en medio de este horrendo panorama llegan al colmo de que se nos culpe de nuestra propia desgracia. Como dice un amigo querido: que barbaridad!
A diario nos encontramos con desacertadas y vacuas opiniones que directamente culpabilizan a las mujeres de la violencia de la que estamos siendo objeto, siendo estas acusaciones refrendadas por hombres y mujeres de diversos estratos sociales y con diferentes grados de estudios. Esto es gravísimo.
Siempre escuchamos consejos para que las mujeres evitemos ser asesinadas (no sabía que el problema era la falta de precaución): no uses faldas cortas, ni escotes, no provoques (seguramente las de faldas largas no la matan), no te veas con casados (los solteros han de ser incapaces de matar), no permitas la violencia (sí, ¿verdad? ¿Cómo no se me había ocurrido no permitir que me maten?). Esta es una clara manifestación de la revictimización, un proceso incluso documentado por la psicología, que consiste en “echarle la culpa” a quien recibió la violencia. Vaya perla!
Pero entonces, ¿qué podemos hacer para evitar los feminicidios? Si las mujeres no podemos evitar que nos golpeen, violen o maten ¿quién puede hacerlo? ¿Quién podrá defendernos? Oh el Chapulín Colorado.
Devolvamos la responsabilidad de la violencia a quien la comete. No más “cuídate mujer”; son los hombres los que tienen el ineludible deber de parar su violencia. Es injusto que además del clima de muerte que nos circunda a las mujeres, ahora vayamos por la vida escuchando recomendaciones de poca monta para que, en caso de que nos intenten matar, nos sintamos culpables. No es justo que las mujeres sigamos cargando con ese miedo.
Esto les toca a los hombres, porque han aprendido la violencia como forma de amar y relacionarse; porque han aprendido que todo es suyo, incluidas las mujeres y nos ven como objetos; porque creen que porque nunca han matado a una mujer no son violentos y se enfurecen cuando se insinúa que pertenecen a la categoría de violentos. Se defienden con “no todos somos así”, preguntémosles entonces ¿si tú no eres “así” (violento, macho y asesino) cómo eres? ¿Eres absolutamente respetuoso, no amenazas, no intimidas, no acosas, no celas? Si tú no eres “así” ¿qué estás haciendo para evitar la violencia contra las mujeres? ¿Qué están haciendo los hombres para detener los feminicidios? Hacerse las víctimas y quejarse no es la solución.
En lugar de enseñar a nuestras hijas a cuidarse, a tener miedo de todos y a sentirse culpables, enseñemos a nuestros hijos a ser responsables de su ira. Reprobemos tajantemente a un hombre que le pega a la pared encolerizado, señalemos en la familia al hombre “con mal carácter”. Cuando nuestro hijo sea infiel con su novia, confrontémoslo duramente.
Estas medidas dejarán de hacer sentir culpables a las mujeres, dejarán de responsabilizarnos por las violencias de los hombres. Estas acciones sí generarán un cambio radical en la sociedad. Porque mientras los hombres no dejen de creer que pueden y deben ser violentos, ni todas las precauciones de las mujeres evitarán que sigamos recibiendo violencia. Así sí podemos detener los feminicidios.
Tan horrendos y graves son los actos cometidos por aquellos que ejecutan un feminicidio como la opacidad de las autoridades para resolver los asesinatos de esta naturaleza, y la indiferencia de las familias para educar bien a sus hijos a fin de evitar este fenómeno tan repulsivo y que cada año nos roba más de un centenar de mujeres cargadas de ilusiones idas a destiempo.