El caso del comunicador Alvaro Arvelo hijo amerita un estudio sicosociológico bien profundo.
El anuncio este jueves de su renuncia del programa “El Gobierno de la Mañana” que produce la Z 101 así lo confirma.
Y aunque no es la primera vez que lo anuncia, pues ya una vez hizo saltar a sus ex compañeros Euri Cabral, Julio Martínez Pozo, Víctor Gómez Casanova y José Laluz por las mismas circunstancias, debo confesar que, aunque para muchos es una desgracia, para mí, y me imagino cientos de miles de oyentes, sería un gran alivio si ahora su salida se materializa.
Pues no es cierto que una persona que a diario vive insultando y maldiciendo a los seres humanos puede ser un ente de equilibrio para la sociedad.
Sentirse por encima de los demás, por encima de las leyes, del bien y del mal y ese ego de que nadie puede disentir de sus opiniones, son “cualidades” propias de un narcisista y enfermo del alma. Las razones que expuso para su renuncia así lo confirman. Ese “El o yo” es propio de una persona de ego perturbado a quien el éxito ajeno le lastima.
Además, exaltar la figura de Duarte, como lo hizo Andrés L. Mateo, no debe molestar a nadie y mucho menos a alguien que siempre esgrime un vocabulario soez en sus intentonas de mostrarse por encima de los demás, incluyendo eal Padre de la Patria, a quien sí irrespetó con sus pronunciamientos, quizás por la loa que a diario recibe el protagonista de nuestra independencia.
Recuerdo a uno de sus ex compañeros a quien insultó y hasta le recordó su madre hace un tiempo, quien dijo que le toleraba sus rabietas porque reconocía era un hombre mayor y enfermo de cáncer a quien hay que entender su situación y estado de ánimo.
No quise indagar mucho sobre su cáncer, pero recuerdo que un amigo me dijo una vez sobre una colega que, con ese padecimiento, también descargaba su rencor a la vida contra aquellos que se destacaban, que su cáncer no era de la cabeza sino del alma, informó Almomento.
Ojalá ese no sea el caso de la “enciclopedia humana”. Esperemos.