Agosto de 1969 no solo engendró Woodstock, punto culminante del “peace and love” hippie. Aquel mes también ocurrió una serie de monstruosos asesinatos en una casa de California, que mostraron otra contracultura: la contracultura satánica del clan de Charles Manson.
Es difícil pensar en asesinatos que traumatizaran más a Estados Unidos que los que tuvieron lugar en la lujosa casa de la actriz Sharon Tate y su esposo Roman Polanski, que estaba ausente la noche que ocurrieron los hechos.
Todos los elementos del horror más absoluto fueron encontrados por la policía de Los Ángeles cuando llegó al lugar donde cinco amigos acababan de ser masacrados: sangre por todas partes, un simulacro de ahorcamiento, un modus operandi que parecía corresponder a un diabólico ritual, la ausencia de móvil evidente…
A la aparente saña de los asesinos se sumó la simbología de la belleza y la inocencia sacrificadas, encarnada en Sharon Tate, de 26 años y embarazada de ocho meses y medio cuando recibió 16 puñaladas.
“En toda mi vida nunca vi una cosa parecida”, dice el sargento Stanley Klorman, citado en un despacho de la AFP del 9 de agosto de 1969.
En otro despacho, la agencia informó que las dos mujeres asesinadas estaban con “poca ropa”, Sharon Tate con un “diminuto camisón”, y las tres víctimas masculinas vestían “ropas similares a las que usan los hippies”.
Alrededor de su cuello, Sharon Tate tenía una cuerda de nylon blanco sujeta a una viga y que en el otro extremo estaba atada al cuello de Jay Sebring, un peluquero de celebridades que acompañaba a la estrella rubia. Le dispararon y apuñalaron hasta la muerte y le desfiguraron el rostro. Su cabeza estaba cubierta con una capucha.
“PIG”
Otros detalles sórdidos emergieron posteriormente del 10050 Cielo Drive, la dirección de la residencia de Tate y Polanski en el vecindario de Bel Air, originalmente construida por la estrella francesa Michèle Morgan.
La palabra “PIG” -“CERDO”- fue escrita con sangre en la puerta. Una palabra que también se halló escrita, esta vez en plural pero siempre con sangre, en una casa de otro distrito de Los Ángeles donde una pareja, Leno y Rosemary LaBianca, fue salvajemente asesinada la noche siguiente.
La investigación y el larguísimo juicio en 1970 permitieron reconstruir los hechos, que han perturbado a buena parte de la opinión pública durante casi medio siglo.
Charles Manson, fallecido a los 83 años el domingo en el hospital Mercy de Bakersfield, California, mientras cumplía su condena, fue el instigador de estas dos noches de atrocidades cometidas por seguidores suyos, sobre los cuales ejercía un control casi hipnótico.
Desde su rancho en el Valle de la Muerte, el psicópata y gurú anunció una carrera hacia el apocalipsis al que llamó “Helter Skelter”, a partir del nombre de una canción de los Beatles.
El fin de un idealismo
El objetivo de este sangriento evento era hacer estallar una guerra que condujera a Manson a ejercer el poder sobre los negros, una raza que consideraba inferior.
Para muchos estadounidenses, sus terribles crímenes revelaron el lado oscuro de una cultura de “sexo, drogas y rock and roll” depravada, la del sexo grupal, la reivindicación del laxismo y los ataques a todas las reglas establecidas.
En cuanto a Charles Manson, cuya magnética mirada se veía amplificada por su barba y cabellera abundantes, ha generado fascinación tanto como rechazo.
“La familia”, como se llamaba la secta creada por él, ha inspirado canciones de rock, múltiples sitios web de homenaje, una ópera, camisetas e incluso el nombre artístico del líder de la banda de metal Marilyn Manson.
Pero para el fiscal de su juicio, Vincent Bugliosi, Manson era un simple “estafador malvado y complicado”.
En cualquier caso, los asesinatos fomentados por el “gurú” contribuyeron al fin de un idealismo con tintes de ingenuidad que marcó la década de 1960. Como testimonio, las ventas de armas individuales experimentaron un estallido en California tras aquellos bárbaros actos.