Es común que cuatro o seis horas después de haber comido, las personas sientan hambre. Sin embargo, hay un número importante para los que esta sensación se manifiesta con mayor frecuencia, incluso en algunos casos, a pocos minutos después de haber ingerido un alimento.
El hambre es una sensación que se presenta como un recordatorio del cuerpo ante la necesidad de consumir alimentos que permitan funcionar adecuadamente. Sin embargo, el apetito y la sensación de saciedad no están siempre relacionados con la ingesta de comida.
Cómo lo explica la nutricionista Jessica Moya, académica de la Universidad San Sebastián (USS), el proceso de alimentación va mucho más allá de satisfacer el hambre; “como seres conscientes, en el acto de comer hay mucho más que hormonas y neurotransmisores controlando la ingesta de alimentos, ya que asociamos esta necesidad básica a nuestra cultura, a los recuerdos, a los sentimientos. De igual forma el consumo de alimentos también se ve influenciado por la publicidad, el precio, su disponibilidad, factores religiosos y gustos personales, colores, olores, texturas, formas de los alimentos, entre otros”.
Así, entre los factores físicos está el tamaño de las porciones. “El que nos sirvamos porciones más grandes de alimentos necesariamente nos invitaría a consumir más, aunque también se debe tener en cuenta la relación con el estado nutricional o normalidad del peso. Por otra parte también el uso de platos o utensilios determinadas características, que podría influir si comemos más o menos”, comenta Jessica Moya.
También están los factores socioculturales, como las fechas especiales, celebraciones, o vacaciones, que de acuerdo con la académica “condicionaría que comer está dentro de lo esperado”. Sin embargo, son los factores psicológicos los que inciden más fuertemente en el tema del hambre, “es todo un mundo adicional, ya que podemos sentirnos saciados luego de una comida o definitivamente no sentir hambre, pero los recuerdos asociados a los alimentos, los sentimientos ligados a estos o las personas que nos acompañan o quién los sirven; las emociones del día, las recompensas o regalos que nos hacemos, pueden estimular también el consumo”, explica la nutricionista.
Ansiedad por comer ¿Cómo la controlamos?
Jessica Moya enfatiza que ante la sensación de hambre lo primero es diferenciar si es realmente fisiológica, “es decir, si nuestro cuerpo necesita reabastecer nutrientes y energía. Esto se percibirá como un ardor en el estómago o una sensación de vacío. También si han pasado más de 4 horas desde la última comida y vienen ganas de comer, lo más probable es que sí es hambre real. En cambio el “hambre psicológica” o apetito, es cuando sentimos la necesidad de comer un alimento en específico, aun cuando estemos sin hambre”.
Ante esto la nutricionista recomienda estar muy conscientes de lo que vamos a comer y ser capaces de controlar la cantidad de ese gusto que nos estamos dando. “Si esto ocurre ocasionalmente no existe problema, ya que es normal que algunas veces la alimentación trascienda los horarios establecidos. Pero, si es una necesidad diaria, que a pesar de haber comido seguimos con ganas de comer, podemos ingerir agua e idealmente infusiones calientes como té, café o aguas de hierbas, que nos calmarán la ansiedad”.
Como dato importante y de utilidad, Jessica Moya aconseja poner atención al momento de comer a los olores, colores y a las texturas, “ya que nos hará disfrutar mucho más el momento de comer y nos obligará a hacerlo más despacio, lo que está directamente relacionado con la sensación de saciedad. Más lento se come, más control sobre la ingesta de alimentos, menos hambre y apetito”.
Fuente: BioBioChile.cl