Fajardo, Puerto Rico. José Figueroa está considerando vender agua en los semáforos para sobrevivir. Antes del huracán María hace más de dos meses, paseaba turistas en kayak en una laguna fosforescente de Puerto Rico. Pero ahora los visitantes son una rara ocurrencia.
«Ahora mismo estamos tratando de sobrevivir», dice el guía turístico de 46 años.
Los turistas «tenían que hacer reservaciones un mes antes», cuenta. «Ahora no sabemos si tenemos trabajo esta noche. La semana pasada trabajamos un día nada más».
Él y otro empleado de Glass Bottom PR están limpiando los kayaks en el paseo costero de Fajardo, un pueblo turístico en el este de la isla cuyo principal atractivo es la Laguna Grande.
El año era promisorio con el éxito de «Despacito», de Luis Fonsi y Daddy Yankee. La canción ayudó a promocionar la imagen de Puerto Rico, un territorio estadounidense de 3,4 millones de habitantes que sufre una grave crisis fiscal y se declaró en quiebra en mayo.
No obstante, el 20 de septiembre el huracán María convirtió lo que debía ser un destino caribeño bullente de turistas en una isla con playas desiertas, restaurantes cerrados y hoteles llenos de oficiales norteamericanos que trabajan en la reconstrucción.
«Los turistas que hay son los mismos agentes federales», dice Figueroa.
La desolación se extiende al resto del paseo costero de Fajardo, donde, aún sin energía, muchos restaurantes siguen cerrados.
Es mediodía y el único abierto es Racar Seafood, gracias a que tiene un generador de energía. «Hemos salido adelante con el turismo interno», cuenta a la AFP su dueño, Justino Cruz.
«Nuestro cliente es local. Es el que no tiene luz en la casa, no tiene planta, tiene cosas frías, no tiene comida…», enumera el empresario de 61 años.
La generación de electricidad en la isla está casi en su 70%, pero se concentra sobre todo en la capital, San Juan.
Por eso, si bien los pueblos del interior que dependen del turismo están asfixiados, la situación comienza a mejorar en esta ciudad, donde ya comenzaron a atracar cruceros.
El 30 de noviembre, los primeros 7.000 pasajeros de crucero en tránsito que llegaron al casco viejo desde el huracán fueron recibidos, literalmente, con timbales y trompetas.
– Empatía con el destino –
De acuerdo al World Travel & Tourism Council, una organización con sede en Londres que monitoriza la salud del turismo mundial, la contribución de viajes y turismo al Producto Interno Bruto de Puerto Rico fue de 8,1 millones de dólares (8% del PBI) en 2016.
Pero María afectó el sector de maneras diferentes. Si bien los guías no tienen trabajo y muchos restaurantes siguen cerrados, los hoteles que han funcionado con generador sobrevivieron al embate.
Gracias a los miles de agentes federales y equipos de ayuda y reconstrucción que llegaron después del huracán, la ocupación ha sido casi total en los hoteles abiertos, que hoy son el 80%.
Este personal de ayuda comenzará a irse este mes de la isla y los hoteles podrán recibir turistas hacia Navidad, al menos en San Juan, donde la electricidad está en su mayor parte restablecida.
El huracán «indudablemente significó miles de millones de dólares perdidos», dice José Izquierdo, director ejecutivo de la Compañía de Turismo de Puerto Rico. «Pero estoy optimista».
Su alternativa es convertir a los turistas en voluntarios.
«Queremos buscar al viajero que quiere viajar con un propósito, que puede tener el compromiso de ayudar a reconstruir», indica Izquierdo a la AFP.
El programa, llamado «Meaningful Travel» y lanzado a mediados de noviembre, organiza excursiones donde residentes, puertorriqueños que viven en el exterior y turistas están invitados a ayudar en la reconstrucción.
«El plan busca crear una empatía con el destino», prosigue Izquierdo. «Queremos ser como Nueva Orleans después de Katrina, donde 10 años después del huracán el turismo es el principal motor de su economía. Queremos construir esa narrativa de resurgimiento».
«Hay distintas maneras en que el mundo quiere ayudar a Puerto Rico. La mejor manera es visitándonos».