Los Celtics de Russell, los Lakers de Magic, los Bulls de Jordan… ¿los Warriors de Curry y Durant? Ese es sin duda el objetivo de Golden State, un equipo que ha ganado dos de los tres últimos anillos de la NBA y que no se conformará con menos que entrar en la historia.
Cuando Draymond Green fue expulsado en el quinto partido de la final de la NBA contra Cleveland en 2016 todos pensaban que el título ya estaba decidido de cualquier manera a favor de los de Oakland. La serie iba 3-1.
Pero no fue así. Green se perdió el sexto y, aunque volvió para el definitivo, con un Oracle Arena lleno a rebosar, los Warriors sucumbieron ante los Cavaliers de LeBron James y se quedaron sin su segundo anillo consecutivo. Eran probablemente el mejor equipo de la liga pero el bajo rendimiento de Stephen Curry, la sanción de uno de sus pilares y un triple decisivo de Kyrie Irving en los últimos segundos los dejó sin título.
En 2017 firmaron a Kevin Durant procedente de los Thunder de Oklahoma… y su particular venganza. Pero quieren más. No se dan por satisfechos con dos campeonatos en tres años y buscan «la dinastía», ese término que en el deporte estadounidense recuerda a los Chicago Bulls de Michael Jordan, ganadores de seis anillos en ocho años, a los Celtics de Bill Russell, con 11 títulos de 1957 a 1969 o Los Ángeles Lakers del ‘showtime’ y ‘Magic’ Johnson, con cinco anillos de 1980 a 1989.
Ese es el objetivo. «Obviamente, sólo estamos empezando», predijo Curry hace unos meses.
El escolta Klay Thompson, la otra parte de los famosos «Splash Brothers», fue un paso más allá.
«¿Qué es eso, seis campeonatos en ocho años? ¿Así que estamos como a un tercio del camino? Pienso que nos queda un largo camino por recorrer pero veo a los aficionados y su alegría como la de aquellos Bulls de los 90», comentó en octubre, antes de empezar la temporada.
«Cuando los Bulls venían a la ciudad, ese era el partido del año. Ahora eso ocurre con los Warriors. Por lo que creo que estamos cerca. Aún no estamos a su nivel pero a eso es a lo que aspiramos. Aspiramos a ser esa dinastía que permanezca en la mente de los fans para siempre», continuó.
Y no van a parar hasta conseguirlo.
– Lo que haga falta –
El primer paso para continuar por la senda de la victoria se llevó a cabo este verano boreal. Stephen Curry y Kevin Durant acababan contrato, al igual que Andre Iguodala, el factor X de los Warriors desde el banco.
El primero renovó por el máximo dinero permitido en la NBA mientras que el segundo se rebajó el sueldo para poder cuadrar las cuentas. El tercero, quien recibió ofertas superiores de otros aspirantes, decidió rechazar más dinero por la posibilidad de seguir sumando anillos.
Todo por el equipo. Porque el vestuario de Golden State se ha ganado a los aficionados no solo por sus triunfos sino por la naturalidad de los mismos. Curry, dos veces Jugador Más Valioso de la liga, es admirado tanto por lo imposible de sus canastas como por su eterna sonrisa. Ni un mal gesto, ni un ápice de egocentrismo. El éxito vivido con normalidad.
Si alguien sabe de dinastías en los Warriors ese es su técnico Steve Kerr, compañero de Jordan durante tres años en aquellos Bulls de leyenda. Y avisa: «no podemos igualar lo que hicieron los Bulls. Ellos ganaron seis campeonatos en ocho años, nosotros dos en tres, lo cual es genial, pero debemos continuar adelante».
– Si LeBron, Harden y Ginóbili lo permiten –
Porque, a pesar de que los Warriors se han mostrado casi imbatibles, arrebatándoles incluso el récord de victorias en una temporada a esos Bulls con un balance de 73-9 (por los 72-10 de Chicago) en 2016, sus contrincantes no se lo van a poner fácil.
Por un lado, los Cavaliers de LeBron han perdido a Kyrie Irving, traspasado a su máximo rival en el Este, los Boston Celtics, pero han conseguido a Isaiah Thomas que, a pesar de llegar lesionado, firmó una campaña pasada a nivel MVP.
Además de los Cavs aguardan los propios Celtics, con el mejor récord actual en su conferencia, los Rockets de James Harden y Chris Paul y los siempre peligrosos San Antonio Spurs, liderados por Kawhi Leonard, LaMarcus Aldridge, Pau Gasol y un Manu Ginóbili que, a sus 40 años, sigue ganando partidos él solo gracias a su talento. Sus piernas no son las mismas que hace una década o dos pero su calidad trasciende generaciones.