El pasado día 6 de febrero se produjo la puesta en libertad condicional de la joven Martha Heredia Rivas, después de pasar 4 años en prisión. Se recuerda que para la joven Heredia se solicitó una condena de 20 años, siendo una jovencita sin antecedentes. Cuando fue condenada a 7 años, desde Casa Abierta preguntamos ¿Cuáles son los argumentos para aplicar una condena tan desproporcionada? Hoy celebramos la libertad de esta joven, a la vez que esperamos que el paso por la cárcel dominicana no haya hecho mucho daño a su persona.
Sin embargo, con la puesta en libertad de la joven Heredia Rivas el sistema de justicia dominicano no se reivindica. No es una benevolencia privar de su libertad a una jovencita por 4 años, que han sido 1,460 días, días más días menos, por un delito menor no violento. La justicia, y todo el Estado dominicano, harán justicia cuando empiecen a tratar como víctimas a todas las personas procesadas por simple posesión, o por intentar trasladar pequeñas cantidades de sustancias, muchas veces arriesgando sus vidas.
El drama de las llamadas “mulas del narcotráfico”, es mucho mayor que la privación de libertad. En casi todos los países del tercer mundo – y el nuestro no es excepción -, el tráfico de drogas utilizando las llamadas “mulas” es un problema que involucra a muchas personas. A estas personas los verdaderos culpables les venden la idea de una oportunidad de hacerse con algún dinero rápido, que no pueden conseguir en sociedades que no les ofrecen oportunidades de empleo. Por eso estas personas se arriesgan, o son obligadas a transportar drogas ilegales en maletas, zapatos, ropas, y en otros diversos objetos. Las personas más arriesgadas o más desesperadas utilizan su propio organismo (estómago, vagina, ano…), para un peligroso viaje, con frecuencia sin regreso.
La mayoría son mujeres jóvenes empobrecidas, madres solteras que dejan a sus hijos e hijas en abandono. Son mujeres que sufren las inequidades de una sociedad machista que las empuja no solo al tráfico de sustancias. Esta es una realidad a la que tanto jueces como fiscales deben ser sensibles. No se trata de aplicar un texto legal sin intentar comprender las motivaciones de las personas que son situadas por nuestras sociedades a límites inconcebibles.
Las cárceles de nuestros países, peones de una estrategia que hace más daño que la droga misma, están desbordadas por simples usuarios, pequeños distribuidores, y las llamadas mulas. Las muertes de estas pobres personas son frecuentes. Es lo de siempre, las cuerdas se rompen por el lado más débil.
En nuestro país sigue vigente, cual dogma legal, un sistema represivo en el que actúan policías, fiscales, y jueces “muy valientes y rectos ” que apresan, solicitan y dictan sentencias muy duras a los más pobres y vulnerables. Las mulas son quizás las más sufridas de estas personas que lo arriesgan todo. Son las víctimas de un negocio poderoso que utiliza a las personas – mientras más desesperadas mejor-, para hacer dinero.
¿Porque continuamos insistiendo en aplicar represión – que es selectiva con los más vulnerables-, desdeñando las verdaderas estrategias eficaces que están del lado de la prevención?
¿Por qué en vez de seguir ensañándose con los más débiles, no se hacen campañas preventivas para orientar a las personas en el sentido de los peligros que esta actividad representa?
¿Es que acaso buscamos números para mostrar supuestos éxitos, a costa del drama humano de las personas?
Estas políticas ultra represivas solo conducen a llenar las cárceles de los más débiles. A causar mayores daños a las personas y la sociedad, que a contribuir en algo a detener el involucramiento de personas en la mala decisión de contrabandear sustancias ilegales. Es urgente cambiar de este modelo anacrónico a modelos centrados en las personas, la prevención, y el respeto de los derechos humanos. Hay muchas más Martha Heredia que deben estar con sus familias, buscando rehacer sus vidas.
Por Juan Raddamés de la Rosa Hidalgo/ Director Ejecutivo de Casa Abierta