El siguiente es un artículo con ejemplos reales sobre cómo los supermercados utilizan «técnicas psicológicas» para vender más – algo que es difícil de olvidar cuando estás por ahí haciendo la compra.
Es un buen ejemplo del uso de la «ciencia aplicada» (ya sea estadística, del comportamiento o psicológica), en este caso para hacer el mal. Es difícil no sentirse sucio, utilizado y manipulado tras leer esto:
Un supermercado típico tiene unos 64.000 productos.
La mitad de lo que compras no era lo que ibas a comprar.
El objetivo principal de un súper: que pases más tiempo dentro.
En casi todos los locales se entra por la derecha porque el 90% de la gente es diestra y es más fácil hacer la ruta cogiendo los productos con la mano derecha.
A la entrada suele haber productos olorosos (pan recién hecho, frutas, comida precocinada) para aumentar la sensación de hambre.
El truco si te ofrecen algo de comer en una bandeja no es tanto que lo compres como que salives y te aumente la sensación de hambre. Tener hambre se correlaciona con «comprar más comida».
Los productos con más margen de beneficios suelen estar en los extremos (periferia del circuito); los que menos en el centro.
Las frutas y verduras tienen una iluminación especial para que se vean estupendamente bonitas y apetecibles.
A veces cambian el tipo de suelo para que los carros vayan más lentos.
Los cereales con cajas de colores más llamativas e infantiles se colocan abajo: a la altura de los niños.
Los productos más baratos, genéricos o marcas blancas suelen estar al ras del suelo: la gente inconscientemente paga más por no agacharse.
Los productos destacados en los extremos de los pasillos no siempre están de oferta: son un reclamo para los más vagos.
La posición de los productos en las estanterías muchas veces depende de contratos entre las marcas y el supermercado, más que de lo que necesitan los clientes.
Fuente: microsiervos.com/ Vía The Loop