Mitad del siglo XIX en Estados Unidos. Un cliente que se encuentra en un hotel pregunta por la “dieta biológica” para el desayuno. En esencia, aquel tipo estaba preguntando por los primeros copos de maíz de Kellogg. El cliente no trataba de guardar la línea, quería dejar de masturbarse continuamente.
Inidica la web Gizmodo que en la década de 1850, cualquier persona que acudiera a un hotel más o menos refinado podía encontrar todo tipo de desayunos disponibles. Desde los típicos panes, hasta pasteles, buñuelos, algo de embutido o incluso filetes de carne (sí, antes se desayunaba).
De hecho, aunque no todos los estadounidenses se podían permitir esos banquetes, los que podían a menudo optaban por “carnaza”, un gran filetón, que en el fondo no era más que un plato que definía a la clase media, y que sin él, sentían que el desayuno estaba incompleto.
Sin embargo, mientras los estadounidenses se daban grandes atracones con el desayuno, se produjo un caso nacional de indigestión y un interés por las comidas más ligeras, situación que condujo al aumento de los alimentos saludables originales de Estados Unidos: los cereales.
Con ellos nacían nuevas fortunas, se crearían empresas multinacionales que todavía conocemos en la actualidad. Ocurre que la marca más conocida de todos los cereales, se originó de la forma más extravagante que podamos pensar.
El doctor John Harvey Kellogg, el inventor de los copos de maíz, no se preocupó jamás por las ganancias. Para él, el cereal no era solo un alimento saludable porque mejoraría la digestión de los estadounidenses. El hombre creía firmemente que una dieta centrada en alimentos suaves como el cereal alejaría a los estadounidenses del pecado.
Un pecado muy específico: la masturbación.