Opinión de Roberto Valenzuela: Hemos planteado que la corrupción que todos conocemos ha ido borrando la frontera. Ese cáncer se ha combinado con el descuido y la pobreza en la frontera entre Haití y República Dominicana. Esto lleva a una migración masiva de sus moradores, dando lugar a que sus espacios sean ocupados por haitianos.

Hay comunidades en Pedernales, Dajabón, Santiago Rodríguez, Montecristi, Jimaní, Duvergé  y Barahona-Neiba que viven más haitianos que dominicanos. Se habla más creol que español: hay casos que los pocos dominicanos se casan con haitianas o viceversa.



Tenemos que citar al dictador Rafael Leónidas Trujillo por su empeño, no solamente de cuidar la frontera con militares, sino que se preocupó por beneficiar sus habitantes. Era una manera de mantener los dominicanos en la frontera, sabía que si no había condiciones se iban a las grandes ciudades y automáticamente quedaba en mano de los haitianos.

Trujillo mandaba a intelectuales, peritos a hacer encuestas o sondeos para ver como vivía la gente. El dictador, con sus cosas malas, fue más inteligente que los gobernantes que llegaron después, utilizaba herramientas científicas para planificar el desarrollo fronterizo.



Una vez envió a la región a uno de los intelectuales más avezados, el periodista Ramón Marrero Aristy, quien hizo un levantamiento sociológico: forma de vida, número de dominicanos y haitianos que vivían en estas localidades, necesidades  e iniciativas que se requerían para su progreso. Fruto de sus vivencias tan intensas y de los informes que le preparó al dictador, escribió varios ensayos, incluyendo la obra Balsié.

Luego de la caída de la dictadura, el presidente Juan Bosch solía decir que la patria, la soberanía  comienza en la frontera y que era necesario desarrollar sus pueblos como símbolo de la dominicanidad. En su gobierno de siete meses comenzó a ejecutar un plan para construir carreteras, viviendas, y presas en los ríos Artibonito, Pedernales, Masacre. Se iba a producir energía eléctrica y para la producción agrícola.

Ahora, es alentador que  el presidente Danilo Medina realizó una Visita Sorpresa a Jimaní y Duvergé (luego fue a Dajabón)  y anunció lo que con humildad hemos ido pidiendo en este periódico: “Hemos decidido establecer políticas en la frontera que incrementen el arraigo de los dominicanos enla frontera”, anunció Medina.

Entonces, bienvenido sea el nuevo plan para la frontera y pedimos al mandatario que ordene un levantamiento de toda la región e implemente programas de desarrollo, reforestación de las cuencas de los ríos Artibonito, Pedernales, Masacre,  que al igual que la carretera Internacional, dividen la República Dominica y Haití.

La preocupación

Mi preocupación con el tema haitiano es que coyunturalmente aparece-desaparece de las primeras páginas de los diarios, dependiendo como se muevan los intereses haitianos y dominicanos. Se mueve como una veleta con el vaivén de los vientos, pero nunca hay solución definitiva.

Siempre el debate es encabezado en las capitales de los dos países  por una clase política bien perfumada y con trajes caros, que no conocen las precariedades, la pobreza espantosa de las comunidades fronterizas. No quisiera imaginar a uno de estos elegantes burócratas recorriendo la deteriorada carretera Internacional, que comunica del lado dominicano a Bánica, Elías Piña (en el sur profundo), con Dajabón, en la línea noroeste.