El expresidente de izquierda Luiz Inácio Lula da Silva termina este miércoles en Curitiba (sur) una caravana proselitista por el sur de Brasil marcada por la violencia, en la que dos autobuses de su comitiva fueron baleados.
La presencia policial ha sido intensificada en la capital de Paraná, donde también confluirán grupos de derecha y adeptos del diputado ultraderechista Jair Bolsonaro.
«Espero que tengamos seguridad, que la policía nacional y la del estado, así como los servicios de inteligencia, puedan cumplir su papel para que podamos manifestarnos de forma pacífica y democrática como siempre lo hemos hecho», dijo a la AFP la presidenta del Partido de los Trabajadores (PT), Gleisi Hoffmann.
La senadora hizo esos comentarios después de los disparos efectuados en la noche del martes contra dos de los tres autobuses de la caravana, sin provocar heridos.
Uno de los vehículos, que transportaba periodistas, recibió dos tiros y otro con invitados del PT fue impactado por una bala. Lula y Hoffmann viajaban en el único vehículo que salió indemne del ataque, indicó la legisladora.
Los adversarios del exmandatario (2003-2010) hostigaron a su comitiva a lo largo del trayecto de diez días por tres estados (Rio Grande do Sul, Santa Catarina y Paraná). Las protestas fueron poco concurridas, pero no le dieron tregua.
«Nuestra caravana está siendo perseguida por grupos fascistas. Ya lanzaron huevos, piedras. Hoy, hasta dispararon un tiro contra un autobús», había informado el propio Lula antes de que fuera detallado que habían sido tres los disparos.
Bolsonaro felicitó, antes de ese incidente, a los activistas que organizaron actos contra Lula, a quien calificó de «bandido».
El rico sur agrícola es una región hostil a Lula y, según medios de prensa, varios asesores le desaconsejaron emprender esa gira. El año pasado realizó una por su feudo electoral, el empobrecido noreste, donde comprobó y reforzó su popularidad.
– Lula, Bolsonaro, MBL, todos en Curitiba –
Bolsonaro, que debe aterrizar en la capital paranaense a las 11H30 locales (14H30 GMT), desafió el lunes a Lula a demostrar «quién lleva más pueblo a la calle sin pagar».
Sus partidarios irán a recibirlo al aeropuerto, desde donde partirá a Ponta Grossa (a 115 km de Curitiba), para participar en un acto político.
Lula lidera las encuestas para las elecciones de octubre, pero su candidatura puede ser invalidada por estar condenado a más de 12 años de cárcel por corrupción. El segundo en los sondeos, pero con la mitad de las intenciones de votos, es Bolsonaro, un apologista de la dictadura militar (1964-85).
El Movimiento Brasil Libre (MBL), muy activo en las protestas que acompañaron la destitución de la presidenta de izquierda Dilma Rousseff por el Congreso en 2016, convocó a una caminata hasta el Parque Barigui, a menos de un kilómetro de la Santos Andrade, donde se realizará el acto del PT.
«Hay riesgo de enfrentamientos», afirma el consultor y politólogo Paulo Mora, quien dice percibir una radicalización creciente en el país.
«Si la campaña oficial ni comenzó y ya llegamos a la fase de lanzar huevos y piedras, el riesgo es que la elección se salga de control, estimulada por el exceso de candidatos en contraposición a la falta de ideas y programas», evaluó el martes la columnista Eliane Cantanhede, de Estado de S.Paulo.
La propia Rousseff expresó temor de un «baño de violencia» durante la campaña.
Los adversarios de Lula se vieron frustrados después de que el Supremo Tribunal Federal (STF) prohibiera encarcelar al exlíder sindical al menos hasta el 4 de abril, cuando los magistrados deben decidir si tiene derecho a apelar ante los máximos tribunales su larga sentencia en libertad.
«Por lo que se ve en esas hostilidades entre esos movimientos en el sur, si Lula no va preso, tendremos una campaña marcada por la violencia», sostuvo el politólogo Paulo Mora.
Curitiba es la ciudad donde oficia el juez Sergio Moro, impulsor en la primera instancia de la Operación Lava Jato, que investiga un gigantesco esquema de corrupción con base en Petrobras. Esa megacausa llevó a la cárcel a empresarios poderosos y políticos de todas las tendencias, y está en la base de la condena de Lula.
El juez Edson Fachin, a cargo de los expedientes de Lava Jato en el STF, denunció el martes amenazas contra él y su familia.
La violencia de tintes políticos demostró este mes que en Brasil puede ir más allá de las amenazas con el asesinato de la concejal de Rio de Janeiro Marielle Franco, conocida por su lucha contra el racismo, las discriminaciones y las denuncias de los atropellos policiales en las favelas.