El plan fue repasado cien veces. Hay mapas, una libreta de notas, un grabador y hasta pilas de repuesto.
El lugar elegido es una hamburguesería poca cosa en el centro de Barcelona: un local insignificante, perfecto para pasar desapercibidos, donde apenas hay una pareja intercambiando tímidos arrumacos. La nieve y el retraso del tren desde Madrid no impiden el objetivo.
“Hostia, os pido disculpas”, ruega, y uno espera que esa versión sport del Profesor se cuelgue anteojos, los empuje con un dedo y empiece a describir otro robo perfecto, esta vez con este cronista como cómplice fundamental.
El actor español Alvaro Morte maneja los hilos de la charla como el personaje que lo consagró en el mundo entero. También lo hará Pedro Alonso, el artista detrás de Berlín, que cita a la salida de la estación Opera del metro de Madrid y aparece casi como una sombra, con muecas y una parsimonia idénticas a las del más siniestro de los atracadores que se volvieron furor con el éxito de «La casa de papel» en Argentina.
Reunidos con Clarín, dos de los protagonistas de la serie creada por Alex Pina analizan la historia que siembra amor, odio y magnetismo antes de la salida de la segunda temporada en Netflix.
La serie toca una fibra íntima del imaginario popular: el robo perfecto. Conducidos por la mente brillante y estudiosa del Profesor, un grupo de peligrosos delincuentes se mete en la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre de España para dar el mayor golpe de la historia. Intentan imprimir sus propios billetes (2.400 millones de euros) sin herir a ningún rehén y cautivando el cariño de la opinión pública.
“La premisa primera del Profesor es ‘no le vamos a hacer daño a nadie -explica Alvaro Morte-. Esto no es un robo, vamos a entrar a hacernos nuestro propio dinero’. Eso nos guardaba un poco la espalda”. Y Alonso suma: “Ha habido una proyección con esto de ‘vamos a darle un golpe al sistema’ o ‘yo quiero ser un Robin Hood’, un ejercicio con el que todos hemos fantaseado alguna vez.
La gente quiere ser de los malos, porque en realidad los que dicen ser buenos son los malos. Además todo tiene algo de ícono: vamos con máscaras, está el Bella Ciao, una canción partisana de resistencia contra el fascismo. La serie revivió esa resistencia frente a esa bota que te pisa de vez en cuando en la vida”.
Alvaro Morte y Pedro Alonso llevan décadas actuando en la televisión, películas y teatro de España. Pero «La casa de papel», y en especial sus personajes, los pusieron en el centro de la vidriera internacional. Los dos admiran a los actores argentinos.
Morte tiene su propio grupo de teatro, 300 Pistolas (“es gravísimo aquí el problema con el teatro, la ayuda desapareció, los programadores buscan sólo gente que llene”, critica). Alonso -que llegó a rumorearse para Bailando por un Sueño pero descartó la posibilidad “por el bien de estos programas”-, pinta cuadros, usa Instagram para descargar su afición literaria y planea su primera exposición de arte a mediano plazo, probablemente fuera de España.
Además de la trama, los dos coinciden en que la impronta y el desarrollo de sus personajes (que al final de la primera temporada, se sugiere, tienen un vínculo estrecho) sedujeron a la audiencia.
“Cuando me llamaron a la prueba y me hablaron de atracos, yo me imaginé un George Clooney, un tipo seguro de sí mismo, que lo maneja todo”, dice Morte. “Pero el director me dijo ‘ahora quiero ver el lado freaky de este tío. Una persona pequeña, tímida, torpe en las relaciones sociales.
Nos dimos cuenta de que el Profesor tenía que ser alguien de quien no se pudiera sospechar. No un profesor de física suizo: el profe de literatura de tu hija que compra el pan al lado tuyo”.
Para armar a Berlín, Pedro Alonso cuenta que se inspiró en un mejicano que había conocido la noche anterior a recibir el guión para la prueba. “Berlín es un chamán, pero que en vez de articular su ministerio desde la luz lo hace desde la zona turbia. Si tuviese que explicar una sola cosa por la que admiran y odian a la vez a Berlín, yo diría la escucha. A mí Berlín me permitía parar el tiempo”, relata.
El personaje, líder del atraco dentro de la Casa de la Moneda (mientras afuera lleva las riendas el Profesor), tiene un fuerte sesgo machista y misógino que expone en distintas escenas.
“Hubo mucha polémica interior”, dice el padre de la criatura. “El asombro es cómo alguien que dice cosas tan repugnantes y reprobables en términos de respeto, y específicamente hacia las mujeres, está generando esto.
Lo más hondo es que hay un fondo de verdad en todo lo que dice: es asqueroso, reprobable, miserable. Pero él lo muestra. Es algo que perturba mucho. Y él no lo disfruta, en el fondo lo sufre. Es un un hombre enfermo en un mundo que está enfermo”.
Como todo boom de Netflix, la serie generó adeptos fanáticos y repudio absoluto. “Yo lo veo natural”, asegura Morte. “Me encanta discutir, debatir, siempre que la crítica nos obligue a ser mejores y no sea destructiva. Te puedo decir yo, fallas de ‘La casa de papel’. Claro que sí. Pero es que Shakespeare también las tiene”. Pedro Alonso lo resume: “Yo lo que entiendo es que esto es el pop”.
Los dos juran que sueñan con trabajar en Argentina. Hablan de Ricardo Darín, Héctor Alterio y Federico Luppi. “Siempre he escuchado que Buenos Aires es muy abierta a la cultura, que el teatro alternativo funciona bien”, dice Morte. “Yo voy a ir a Argentina a bailar, pero tango. Y lo haré en las calles, con toda esa gente que nos está mandando afecto”, agrega Alonso.
Aunque muchos de los seguidores de «La casa de papel» en Argentina ya la completaron en sitios de Internet (de hecho, Alvaro Morte tuvo un cruce por Twitter con el dibujante Nik porque le pidió verla “sin piratería”), hay efervescencia por la salida de la segunda temporada, dentro de cinco días.
“En la segunda temporada, yo digo que la olla se ha puesto a hervir y camina hacia el tope de sus posibilidades”, adelanta Pedro Alonso. “Y luego el final, que es la Primera Guerra Mundial. Decíamos ‘esto no lo podemos rodar’, y lo hicimos, fue una experiencia de supervivencia literal”.
Y Morte explica: “Se les empieza a ir de las manos. El profesor se pasó la vida estudiando para esto. No es meramente inteligente, se lo ha estudiado todo. Pero todo se complica dentro y fuera de la Fábrica”.
“Esta vez es todo o nada”, dice el video promocional de Netflix que anuncia en las redes la segunda temporada. Como con el impacto en el público: fanáticos o detractores, buenos y malos, atracadores y policías. Una grieta con careta de Dalí, mono rojo y escopetas.
El cariño especial entre «Tokio» y Buenos Aires
En vez de Tokio, el personaje de Ursula Corberó en «La casa de papel» podría haberse llamado Buenos Aires. De todos los atracadores que intentan el robo más grande de la historia bajo seudónimos de ciudades, es la actriz de 28 años la que mejor conoce a los argentinos.
De novia con el Chino Darín desde hace dos años, vino varias veces al país y asegura que siente “amor por Buenos Aires y Argentina en general”.
“Lo que más me gusta son dos cosas. Una, la gente. Dos, el caos. Como a Tokio”, se ríe. “Yo soy muy quilombera, como decís vosotros. Y Buenos Aires tiene ese caos que hace que sea una ciudad con mucha personalidad”.
La última vez que vino, para pasar fin de año, se había estrenado hacía poco «La casa de papel». “Yo iba mucho pero de anonimato. De repente que una persona me dijera que le gustaba mi trabajo al otro lado del charco fue muy bonito”, dice, y cuenta que le llegan arrolladores muestras de afecto desde que estalló la “ola” de la serie. “Pero no me asustes, eh”, pide. “Tendré que ir pronto para allá para darme cuenta”.
Dice que una de las cosas que la sorprenden son “los fiestones de disfraces que se montan en Argentina”. Como Pedro Alonso y Alvaro Morte, con quienes comparte un grupo de Whatsapp junto al resto de los actores para pasarse “repercusiones insólitas” en el mundo, cree que la canción tradicional Bella Ciao, recuperada como himno de resistencia contra el sistema, “se convirtió en un hit”.
-Los actores españoles dicen que les gustaría trabajar en Argentina. ¿Es 100% cierto?
-Me encantaría, claro. Todo el mundo sabe que no hay mejores actores que los argentinos. Para nosotros, en España, hablar de cine argentino es palabra mayor.
-¿Algún referente?
-Hay mucho talento allí. Si te digo uno voy a caer en el tópico. Pero Ricardo (Darín) me parece un actorazo. Y como no el Chino…
Su noviazgo atrae, en España, los focos de todas las revistas del corazón. Cada foto o publicación suya junto al Chino en Instagram se replica. Para ella, la exposición que le dio «La casa de papel» le servirá para ir más lejos con su carrera artística.
“Ahora estoy en Málaga rodando Snatch, que es una versión de la película Cerdos y Diamantes, pero en serie. Y sin Brad Pitt”, cuenta, y revela que es la primera vez que le toca filmar en inglés.
“Ahora mientras hablo contigo tengo la cama repleta de guiones, papelitos, bolígrafos, rotuladores. Tenía un poco de miedo pero me estoy dando cuenta de que hablar en inglés me gusta mucho”.