A sus 24 años, a Justin Bieber ya no le queda espacio libre en el torso o los brazos debido a la amplia colección de tatuajes que los adorna y que él comenzó a construir siendo aún un adolescente cuando se grabó un pequeño pájaro en la cadera.
Desde entonces, el canadiense ha pasado más horas en la silla del tatuador que en la del dentista hasta convertirse en una especie de catálogo andante y entre tantos grabados, no sería extraño esperar que al menos alguno ya no sea del gusto del cantante. Pero no, él se siente inmensamente orgulloso de todos y cada uno de ellos.
«Si hacerse tatuajes no doliera, todo el mundo se los haría. Bueno, a lo mejor no todo el mundo. Yo tengo más de cien horas de duro trabajo en el cuerpo y no me arrepiento de ninguno de ellos.
Me encanta todo mi arte; he convertido mi cuerpo en un lienzo y resulta muy diverto», reza el mensaje con el que la estrella de la música ha acompañado una imagen en su Instagram en la que aparece posando sin camiseta.
Sus declaraciones podrían cobrar un segundo significado si se tiene en cuenta que, aunque no se aprecie en esa imagen, el intérprete aún luce en el antebrazo la efigie inspirada en su exnovia Selena Gomez que se realizó durante la primera entrega de su romance.
Señala El espectador que tras una de sus enésimas rupturas, Justin optó por sombrear parte del rostro de la figura en un intento por camuflar el parecido que guarda con la cantante, aunque él mismo ha reconocido en ocasiones anteriores que la estrategia no ha terminado de funcionar.
Por otra parte, esta artimaña también podría haber resultado completamente innecesaria si al final Selena y él consiguen superar el actual bache que atraviesan, después de darse una nueva oportunidad a nivel sentimental cuando ella se sometió a un trasplante de riñón hace unos meses, y retoman su historia de amor en el mismo punto en el que la habían dejado.