Más allá de los centros de torturas ubicados en La 40 y en la carretera Mella de la capital, existió otro poco conocido en la autopista Duarte, a unos seis kilómetros de Villa Altagracia, donde todavía quedan las huellas de las torturas y abusos cometidos contra opositores de la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo.

La cárcel está ubicada a la altura del kilómetro 36 de la autopista Duarte y allí funcionaron cinco celdas, ahora sin divisiones, para usarlas como depósito de madera. Solo tres de ellas conservan los barrotes en las ventanas.



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A la entrada hay dos edificaciones donde residen igual cantidad de familias y está todavía una letrina que se utilizaba en el recinto. Esos locales alojaron la oficina administrativa y albergaron al personal que custodiaba la cárcel y que ejecutaba las torturas.



Justo a la derecha de la estructura donde estaban las celdas hay un espacio que funcionó como establo y que ahora el señor Catalino Hernández, nativo de Villa Altagracia y residente en Villa Mella, utiliza para la crianza de cerdos.

Una escalera con peldaños normales para subir y tipo corredizo para bajar conduce a un pasillo que ha quedado sepultado por el agua, restos de la vegetación y la basura acumulada.

Los vecinos desconocen si el pasillo conduce a otra edificación, al parecer un sótano, donde se asegura que los opositores de la dictadura trujillista eran vejados y torturados.

Hernández, de 51 años, y su hermano Candelario Pérez, de 50 años y con 18 residiendo en el lugar con su esposa, cuatro hijos y tres nietos, aseguran que ninguna autoridad se ha acercado al lugar para verificar qué hay en el área que funcionaba como sótano, adonde ellos nunca han intentado acceder.

En la otra edificación ubicada a la entrada reside el señor José Altagracia de Jesús (Chico), de 76 años y con alrededor de 40 en el lugar.

Para mostrar al equipo de LISTÍN DIARIO la profundidad del pasillo sepultado por el agua y los escombros, Pérez tomó un pedazo de rama que se hundió casi por completo.