La explosión del volcán de Fuego en Guatemala sorprendió por la virulencia con que el material incandescente arrasó caseríos a su alrededor, cuyos pobladores no tuvieron tiempo de huir de los veloces deslaves.
Tras la erupción del domingo pasado, al menos 99 personas murieron y cerca de 200 permanecen desaparecidas en los alrededores del coloso de 3.763 metros sobre el nivel del mar, situado a 35 kms al suroeste de Ciudad de Guatemala.
En contraste, el Kilauea de Hawái, que entró en fase eruptiva el 3 de mayo, ha lanzado ríos de lava que aislaron poblaciones y obligaron a evacuar a 2.000 personas.
Su impresionante flujo viscoso salió lentamente de las fisuras de la montaña, dando tiempo a retirar a los pobladores en riesgo.
El vulcanólogo costarricense Gino González, de la organización Volcanes Sin Fronteras, explicó que el Fuego y el Kilauea son ejemplos de los dos tipos de volcanes que existen.
El de Fuego presenta erupciones de tipo explosivo. Tienen una gran cantidad de gas en su interior que hace que sus erupciones sean violentas y puedan lanzar material a varios kilómetros sobre el cráter.
En la erupción del domingo, rocas ardientes salieron expulsadas del cráter del volcán de Fuego y bajaron a una velocidad de hasta 100 kms por hora que cubrieron todo a su paso.
Kilauea, por el contrario, presenta erupciones de tipo efusivo. Con menos gas en su interior, sus erupciones son más lentas, los ríos de lava que surgen de sus fisuras se desplazan a 5 kms por hora, la velocidad en que camina una persona normalmente, explicó González a AFP.
Sobre el volcán de Hawái, el geólogo guatemalteco Francisco Juárez, del estatal Insituto de Vulcanología, comentó que «no hemos escuchado de personas fallecidas porque sus flujos se desplazan de manera relativamente lenta y predecible».
El coloso guatemalteco presenta otras características que hicieron que la erupción del pasado domingo fuera especialmente devastadora.
«El volumen de material lanzado fue muy grande en muy poco tiempo, por lo cual la columna alcanzó más de 5 kms sobre el cráter», comentó González.
– Istmo activo –
Adicionalmente, el volcán tiene una altura de 3.000 metros desde la base hasta el cráter, laderas muy empinadas y poblaciones muy cercanas, todo lo cual se conjugó para que el material alcanzara muy rápidamente los caseríos aledaños.
«Al caer las rocas expulsadas, alcanzaron tanta velocidad que cubrieron todo a su paso», comentó González sobre la potencia de la erupción del domingo pasado en Guatemala.
Especialistas consideran que las autoridades y científicos deben estar preparados para hacer frente a emergencias como la de Guatemala cuando se sabe que el volcán es propenso a hacer erupción.
«Cuando sabemos que estamos viviendo en las faldas de un volcán activo, lo mínimo es que las instituciones científicas de monitoreo y estudio dediquen recursos para el monitoreo permanente, medir actividad, llevar una vigilancia sistemática las 24 horas del día», dijo a AFP Demetrio Escobar, del Observatorio Ambiental de El Salvador.
En Centroamérica hay unos 50 volcanes con distinto grado de actividad, en su mayoría son de tipo explosivo, como el de Fuego, pero los expertos consideran poco probable que se repita una tragedia de las dimensiones del coloso guatemalteco.
González citó el caso de los volcanes Arenal y Rincón de la Vieja en Costa Rica, ambos explosivos y con mucha actividad en las últimas décadas, pero con una altura de 900 metros desde la base, con lo que su acumulación de gas es menor.
Aún así, hay registros de una potente explosión del volcán Ilopango en El Salvador hace 1.500 años, que diezmó a la población maya de la zona y obligó a muchos a emigrar a otras regiones.
Guatemala tiene otros dos volcanes activos, el Pacaya y el Santiaguito. Juárez comentó el Pacaya tiende a ser más pasivo, con erupciones menos violentas.
El Santiaguito, por el contrario, tiene una historia de erupciones violentas incluso más fuertes que el de Fuego.