Todos cuando estábamos en la escuela hemos conocido a alguien a quien le gustaba ir fastidiando a los demás ya sea por su ropa, por su forma de hablar, tal vez por sus raíces culturales o porque simplemente por su timidez no se defendía, las razones eran muchas.

Este adolescente o grupo de adolescentes siempre eran suspendidos por la escuela o castigados por sus padres, pero seguían haciendo lo mismo, ya sea en el colegio o en su entorno.



Las burlas y demás quedaban entre el grupo y cuando la víctima regresaba a casa podía estar a salvo, pero con la llegada de la tecnología eso ya no es posible.

La mayoría de los niños y adolescentes cuenta con perfiles en redes sociales y en diferentes plataformas de mensajería, donde se pueden crear grupos y compartir diferente clase de información, imágenes y videos.



El sólo hecho de contar una historia, sea cierta o falsa, y que desfavorece o agrede a un tercero, se puede pasar de mensaje en mensaje o publicarse en cualquier red social convirtiéndose en blanco fácil de críticas, insultos y hasta en agresiones físicas.

No hacen falta muchas fotos o videos para desprestigiar a alguien, con sólo una publicación se puede denigrar la imagen de cualquier persona y si no se detiene desde un principio, las consecuencias pueden ser fatales como lo hemos podido ver a lo largo de los años en diferentes lugares del planeta.

España se encuentra en cuarto lugar, entre los países con más casos de bullying en el mundo, de acuerdo a una encuesta realizada por la ONG Internacional Bullying sin Fronteras. Lo han superado México, Estados Unidos y China, en ese orden. Pero estas cifras son en base a las denuncias registradas, pero ¿cuántas más habrá y que quedan en el anonimato?

Es muy probable que la víctima pida ayuda de diferentes maneras, pero a veces son poco perceptibles por los padres.

Se cree que no llegará a mayores y que es cosa de chicos propios de su edad o tal vez por lo estricta que es la familia tiene miedo a ser castigado o que lo culpen por lo que le está sucediendo. En ambos casos la soledad en la que se encuentra puede desencadenar que tome las peores decisiones.

Hay varias maneras de poder ver si un menor está siendo acosado

  • Deja repentinamente de usar la computadora o su móvil. Antes andaba metido navegando en internet y de un momento a otro ya no lo quiere hacer o se pone nervioso al momento de usarlo, puede que sepa que hay algo con lo que lo están molestando y no se siente nada cómodo.

  • Se encierra en su cuarto o se ve deprimido. Ya no cuenta con la alegría que lo caracteriza, se retrae o anda pensativo. Este cambio está muy ligado con dejar de lado el uso del internet.

  • No quiere que nadie lo moleste y con frecuencia se enfada, cuando antes no lo hacía. Si su carácter era dócil y ahora todo le afecta, grita y quiere que lo dejen sólo, es porque algo le está estresando.

Estos cambios no deben pasarse por alto, sobre todo en esta época que es tan fácil empoderar a alguien, como denigrarla.

¿Qué hacer si nuestro hijo es acosado o es el acosador?

Ambas situaciones son difíciles para cualquier padre y más aún cómo reaccionar ya que esta por medio las emociones y sentimientos de los hijos. Veamos los dos casos por separado:

  • Si nuestros hijos están siendo víctimas de acoso, lo primero que debemos hacer es brindarles todo nuestro apoyo y ser totalmente abiertos para escuchar y entender lo que está pasando y las razones por las que suceden estos acoso, sin juzgar, sin recriminar. Hay que recordar que ellos están aprendiendo a vivir y no cuentan con la experiencia que uno ya tiene.

Una vez que sabemos que está pasando, recolectemos toda la información publicada o enviada como sustento para reclamar ante las autoridades competentes, sea al colegio o a la policía, esto dependerá de dónde y cómo suceden los hechos.

Cabe recalcar que a veces la mejor manera es no hacerles caso para que se cansen de provocar a la víctima, pero si esto sigue se procede con las denuncias respectivas.

  • Si nuestros hijos son los acosadores. Hay que comprender porque lo hacen, muchas veces es una forma de desfogar sus sentimientos y emociones provocados por los problemas en casa o por el maltrato que ellos puedan sufrir, sea emocional o físico. Es necesarios explicarles que burlándose o humillando a los demás no solucionarán sus problemas, al contrario, creará una mala imagen que lo puede perseguir toda su vida.

Cabe la posibilidad que no sepan qué están haciendo mal porque siempre han vivido rodeados de violencia, ya sea emocional o físico. Aquí la solución escapa del entorno familiar y se debe recurrir a ayuda profesional.

Para proteger a los menores de edad de ciberbullying los padres pueden usar aplicaciones de rastreo móvil especialmente diseñadas para monitorear los teléfonos celulares de sus hijos.

Estas apps tienen una gama amplia de las funciones que permiten espiar WhatsApp, leer los mensajes de Fcebook Messenger igual que ver los chats de Snapchat e Instagram, los redessociales y mensajeros instantáneos más usados entre los adolescentes.

Es bueno confiar, pero también siempre es mejor saber, prevenir y proteger a su hijo de posibles peligros y consecuencias trágicas.