Todo el que hace las cosas pensando en los hombres produce un resultado mediocre, pero cuando entendemos que nuestro trabajo, sea cual sea, es para honrar a Dios, los resultados son excelentes. Por eso, el que hace las cosas pensando así no tiene por qué temer y puede vivir en paz, porque lo que hace habla por sí solo.

Cuando entendemos a quién Le trabajamos la diferencia es muy notoria, porque cambiamos la forma de hacer las cosas; las hacemos con gozo, alegría, paz y buena disposición, no poniendo excusa ni encontrando que es mucha carga. Al contrario, consideramos que es poco lo que estamos haciendo. A la vez usamos nuestro trabajo como una forma de presentar a Cristo a nuestros compañeros y autoridades, los cuales se sorprenderán de la rapidez, la nitidez y la excelencia con que lo hacemos.



Miremos nuestro trabajo como una bendición e identifiquemos qué quiere Dios con nosotros en ese lugar. Si estamos ahí es porque hay un propósito escondido el cual tenemos que cumplir. Hasta que se realice no nos moverá; cuando se cumpla, la promoción vendrá y delante de reyes estaremos, porque nuestro trabajo glorificó a Dios.



Por la pastora Montserrat Bogaert/ Iglesia Monte de Dios