Lo que iba a ser un paseo por el campo para Nilotpal Das y su amigo Abhijeet Nath, dos jóvenes indios, acabó en horror cuando fueron linchados, víctimas de un falso rumor en internet.

En la pequeña vivienda de los padres de Nilotpal en Guwahati, la capital regional del estado de Assam (noreste de India), el mueble del televisor del salón se convirtió hace un mes en un memorial de su hijo, ingeniero de sonido. Sus retratos recuerdan a un joven extrovertido y cosmopolita que acababa de cumplir 29 años cuando desapareció.



Imagen de archivo

Ataviado con una túnica blanca de duelo, Gopal Chandra Das mantiene la vista fija en el piso cuando habla de su hijo ausente. «Las redes sociales pueden ser beneficiosas para la sociedad, pero también pueden perjudicarla», dice el jubilado, intercalando sus frases con largos silencios.

Al igual que a los dos amigos de Assam, los rumores virales en Facebook y WhatsApp sobre presuntos secuestradores de niños le costaron la vida a una veintena de personas, linchadas por toda India en los dos últimos meses, según un recuento de medios locales.



Localidad desierta

El 8 de junio, Nilotpal y Abhijeet, un emprendedor de 30 años, partieron de excursión en un 4×4 al distrito de Karbi Anglong, de mayoría tribal y a tres horas de ruta de Guwahati. Sus cascadas son una atracción turística regional.

A Nilotpal «le gustaba escuchar el sonido de la naturaleza para encontrar inspiración para su música», cuenta su padre.

Pero ignoraban que por la zona circulaban noticias falsas sobre traficantes de niños, que saltaban de celular en celular desde hacía días. En esta zona aislada y desfavorecida, con pocas fuentes de información, las redes sociales son una especie de boca a oreja moderno.

Al caer la tarde, los dos turistas se relajaban junto a un arrollo cuando un aldeano los abordó y comenzó un altercado por motivos desconocidos. Perseguidos, los jóvenes arrancaron a toda prisa, pero el individuo que los había interpelado previno al siguiente pueblo, a tres kilómetros de allá.

«Les dijo que unos hombres habían secuestrado a un niño y se acercaban a ellos, que había que interceptarlos», relató a la AFP Gulshan Daolagupu, vicecomisario de Karbi Anglong, mostrando el lugar en el que se detuvo al vehículo.

El estado del vehículo, con los vidrios destrozados, el capó deformado, el equipo saqueado y los asientos reventados, da cuenta de lo salvaje que fue el ataque, con golpes con bambúes, hoces y piedras por parte de una muchedumbre histérica.

Convencidos de haber matado a los secuestradores de los que habían oído hablar en WhatsApp, los participantes difundieron videos en línea del linchamiento, unas imágenes que chocaron en toda India.

La investigación intenta determinar si el sospechoso en el origen del caso, un conductor de taxi colectivo de 35 años, creía de verdad que había motivos para preocuparse o si instrumentalizó este rumor con fines perniciosos. Hay unas 50 personas detenidas por este linchamiento.

«Si no existieran las redes sociales, todo esto no habría ocurrido», apunta G V Siva Prasad, jefe de policía de Karbi Anglong.

Un mes después de los hechos, la localidad de Panjuri Kachari está casi desierta. Solo hay mujeres, niños y ancianos, ya que los hombres están entre rejas o huidos.

– «Temor al otro» –

Los linchamientos motivados por las informaciones infundadas o maliciosas no son un problema reciente, pero la llegada de los teléfonos inteligentes hasta las zonas más apartadas de India permite una propagación desenfrenada de «fake news».

No obstante, para que estos rumores lleguen a matar, deben sumarse a tensiones sociales o políticas ya existentes.

En opinión del investigador Abdul Kalam Azad, el linchamiento de Karbi Anglong se inscribe en el contexto particular de Assam, mosaico de etnias regularmente sacudido por los enfrentamientos entre comunidades. Las diferentes partes alimentan un «temor al otro» que siembran el terreno para la paranoia.

«Assam conoce la violencia desde hace tiempo. Esta situación de conflicto, las ‘fake news’, la hacen más peligrosa, más violenta, y ahora es evidente», declaró a la AFP este especialista de la región.

El caso de Nilotpal Das y Abhijeet Nath tuvo un especial impacto en India. Las dos víctimas simbolizaban una cierta clase media urbana, acomodada, viajera y abierta al mundo, a veces golpeada por la cruda realidad de su país.

«Todo el mundo dice ‘podría haber sido mi hijo, podría haber sido yo’. Eso impresiona a la gente, pensar que cualquier persona inocente habría podido morir en este salvaje ataque», señala Ittisha Sarah, una de sus amigas de Guwahati, con lágrimas en los ojos.