Seis de cada diez jóvenes de entre 15 y 19 años consideran que los celos son una demostración de amor.

El 70% cree que la responsabilidad de que las jóvenes sufran tocamientos o sean acorraladas está relacionado con la ropa que se ponen y un 65% piensa que cuando una mujer dice «no» a una relación sexual, en realidad está diciendo «sí».



Estos son algunos de los resultados desvelados este miércoles en un informe de Oxfam que bajo el título Rompiendo Moldes: Transformar imaginarios y normas sociales para eliminar la violencia contra las mujeres, analiza los comportamientos y creencias de los y las jóvenes de entre 15 y 25 años en ocho países de América Latina y el Caribe.

El estudio, que ha sido realizado con el apoyo del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO), analiza los comportamientos que reproducen la violencia machista en la región y se llevó a cabo en Bolivia, Colombia, Cuba El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua y República Dominicana. Refleja el resultado de más de 4.700 encuestas, 47 focus groups y 49 entrevistas en profundidad.



Si bien el informe afirma como dato positivo que el 61% de los encuestados rechaza la violencia y que el 90% es capaz de reconocer muchas de sus expresiones, esta cifra contrasta con que el 86% reconoce que no intervendría si un amigo le pegara a su novia.

Incluso más. Si bien el 86% de los hombres entre 15 y 25 años reconocen que revisar el móvil de la novia, amante o amiga constituye violencia, el 77% de ellos asume que sus amigos lo hacen a pesar de que saben que está mal.

Modificar creencias y comportamientos es clave.

Para los responsables de Oxfam es imprescindible modificar comportamientos que alimentan los imaginarios y creencias de lo que significa ser un hombre o una mujer, y que estimulan la representación de las mujeres como objetos y a los hombres como poseedores.

«Estos imaginarios que hacen creer a las mujeres que tienen que cumplir con un deber social que les impone sumisión, afecta a su desarrollo y les coarta su libertad personal», afirma el informe.

Como ejemplo de estos comportamientos, el estudios resalta que cuando una joven universitaria es acosada por hombres en la calle o en el transporte púbico puede desalentarse y no continuar sus estudios e incluso ser arrinconada a tener relaciones de pareja de menor autonomía, solo para sentirse protegida.

Si sus expresiones en Twitter o Facebook son monitoreadas por su novio, su libertad de expresión se ve limitada y aprende a callarse. Si tiene que pedir permiso a su novio para realizar trabajos escolares junto con compañeros de estudio, su voluntad y crecimiento se encuentran frenados.

Si le inculcan que no puede cambiar de pareja, porque eso no es aceptable, puede tolerar relaciones con las que no se siente a gusto.

Si no se siente acompañada en la decisión de interrumpir un embarazo no buscado, asumirá que no tiene autonomía sobre su cuerpo y puede llegar a una maternidad forzada sin herramientas para garantizar su independencia económica, su bienestar y mucho menos, el de la criatura.

«El feminicidio es la expresión más grave de la violencia física, sexual, emocional, simbólica, mediática, reproductiva y económica contra mujeres, jóvenes y niñas, con consecuencias no solo para quienes pierden la vida, sino también, para quienes viven en constante sufrimiento o limitaciones debido a las violencias machistas», afirma el estudio.

“Los datos son alarmantes y evidencian que los imaginarios y normas sociales de la región se construyen en clave machista, clasista y racista, y se van reproduciendo de generación en generación, tanto en los países de América Latina que han participado en el estudio, como en España donde 54 feminicidios han tenido lugar solo en lo que va 2018”, afirma María Reglero, responsable de Derechos de las Mujeres de Oxfam Intermón.

Una de las cosas sorprendentes del estudio, es que tanto hombres como mujeres encuestados tienen opiniones muy parecidas o idénticas sobre estereotipos e imaginarios sociales sobre lo que una mujer o un hombre deben o no deben hacer.

Así, por ejemplo, un 87% de hombres y el mismo porcentaje de mujeres consideran que los hombres tiene mayor deseo sexual que las mujeres. El 75% de los encuestados, tanto hombres como mujeres, consideran que es normal que un hombre piropee a una mujer por la calle.

También hay casi empate en considerar que no es violencia decirle a su novia qué ropa usar (56% mujeres frente a 59% de hombres) o en considerar que todas las mujeres deben ser madres (ellas en un 79% y ellos en un 76%).

El rol del Estado en la lucha contra la violencia machista.

Según el estudio, siete de cada diez jóvenes (el 70%) opinan que acabar con la violencia machista es responsabilidad del Estado y que «las autoridades deberían hacer algo» para acabar con ella.

Pero a pesar de que en todos los países de la región se han producido avances legislativos en este sentido, éstos no son suficientes por la falta de voluntad política, de capacitación y la escasez de fondos «para implementar leyes y medidas que realmente tengan un efecto preventivo».

Para los responsables del informe, «el gran salto de paradigma es dejar de entender la violencia machista como un conflicto privado entre dos personas en el que los de afuera no deben meterse».

Sí hay salidas

La violencia machista no es un callejón sin salida y no sólo es posible reducirla, sino también eliminarla. Pero para ellos, destacan «su prevención empieza por conocer, cuestionar y modificar estos imaginarios y normas sociales que normalizan la desigualdad de género y la discriminación de mujeres, niñas y personas con identidades de género diversas» afirma Reglero.

Para ello el uso de las redes sociales es clave y una de las principales herramientas por la que llegan los mensajes a los y las jóvenes en temas de prevención y violencia hacia las mujeres. En este sentido el informe afirma que el 60% de las personas entrevistadas leyó noticias, vio vídeos o escuchó música a través de las distintas redes.

El documento hace también un llamamiento a los medios de comunicación de masas y a los periodistas, columnistas, youtubers, twitteros o presentadores de televisión y radio, para que jueguen un rol central en la erradicación de la violencia contra las mujeres.

Ésto debería realizarse mediante un abordaje ético de las noticias y otros contenidos mediáticos, construyendo narrativas que analicen las causas e la violencia machista y propongan alternativas en lugar de revitimizar y contribuir a la nacionalización de esta violencia.