Qué difícil se nos hace mantener la ecuanimidad en momentos de tensión. Es como si de momento una pólvora estallase dentro nosotros y nos hiciera perder el control, sin importar las consecuencias posteriores producto de la actitud asumida sobre los hechos.

De pronto se nos olvida que somos cristianos y que debemos mantener una postura diferente a los demás, ya que somos nuevas criaturas. Es triste ver cómo personas con años en la fe no han podido dejar su vieja naturaleza y siguen actuando de la misma manera que cuando llegaron a Cristo. Lo más penoso es que no aceptamos que nos corrijan y que nos digan “No lo hiciste bien”, “No es la forma”, “No puedes seguir actuando así”. De inmediato pensamos que esa persona está en contra de nosotros.



Hay cosas que debemos aceptar para que puedan cambiar. No hacerlo denota inmadurez y falta de carácter. La decisión es nuestra; somos los llamados a romper con este patrón, el cual nos hace daño y también a los demás.

Cuando reconozcamos que no tenemos que ser esclavos de nuestra carne y que perdemos en vez de ganar, tomaremos la decisión para tener una vida verdadera en el Espíritu. Porque todo lo nacido de la carne, carne es; y todo lo nacido del Espíritu, Espíritu es.



Por la pastora Montserrat Bogaert/ Iglesia Monte de Dios