El movimiento #MeToo (#YoTambién), que se convirtió en un fenómeno mundial contra las agresiones sexuales a las mujeres tras las acusaciones al productor de cine estadounidense Harvey Weinstein, perdió la batalla en Italia.
Una de las principales voces del movimiento, la actriz italiana Asia Argento, ha sido víctima en su país de una verdadera campaña para desacreditarla.
La actriz pasó además de pionera del movimiento a abusadora después de que el joven actor estadounidense Jimmy Bennett la acusara a su vez de abuso sexual.
«La imagen que los italianos tienen de Asia Argento es que es una mujer transgresiva, hija de un importante director de cine (Dario Argento)» explicó a la AFP Ella Fegitz, experta en Medios y Comunicación del King’s College London.
«La gente tiene la sensación de que ella ha tenido éxito gracias a favores y no tanto por su talento, por ello resulta menos creíble para la opinión pública», sostiene la estudiosa italiana que investiga sobre las mujeres y la sexualidad en los medios.
Tanto personalidades como periodistas han criticado a la actriz, conocida por sus papeles de mujer sexy y perturbada, quien esperó veinte años para hacer la denuncia contra Weinstein.
Célebres colegas, como su compatriota y exchica Bond Maria Grazia Cucinotta, aseguran que no figuran en la lista de víctimas de abusos porque han sido capaces de decir «no» ante situaciones similares.
Pero más allá del caso «Argento», el repudio de Italia hacia #MeToo también tiene una explicación histórica.
«Desde la Segunda Guerra Mundial, la idea de que la mujer joven, bella y algo tonta sea disponible sexualmente para ascender socialmente forma parte del inconsciente colectivo», sostiene Fegitz.
«También el intercambio entre sexo y bienestar económico, entre una joven que aspira a la fama y un hombre que tiene los medios para que lo logre, es percibido como algo normal por los italianos», añade.
Esa figura ha sido encarnada por las llamadas «velinas»: las presentadoras de los programas de televisión, una suerte de Barbies de cabellos largos y minifalda, verdaderas celebridades de los canales del magnate y ex primer ministro Silvio Berlusconi en la década de 1980.
– «Problema cultural» –
Las legendarias veladas del entonces primer ministro a ritmo de bunga bunga con hermosas mujeres, muchas de ellas retribuidas con generosos regalos, confirmaron que no había tanta diferencia entre la «velina» y la prostituta de alto nivel.
«Hay un problema cultural de fondo en Italia, porque se sigue creyendo que una mujer puede salir adelante en la vida solo gracias a su físico», explicó a la AFP Laura Boldrini, presidente hasta hace pocos meses de la Cámara de Diputados (2013-2018) y víctima también de todo tipo de bulos e insultos en las redes sociales.
«Todo eso a pesar de que las mujeres obtienen mejores resultados en la universidad que los varones», explica Boldrini, quien se ha convertido en una activista de la causa de las mujeres.
Con motivo del día internacional para la eliminación de la violencia contra las mujeres, el 25 de noviembre de 2017, invitó al Parlamento a 1.400 mujeres que habían sido víctimas directas o indirectamente de agresiones: madres de mujeres asesinadas por sus parejas, chicas abusadas, así como periodistas, policías y magistrados involucrados en la lucha contra el fenómeno.
«Italia cuenta con un verdadero arsenal de leyes para defender a las mujeres, pero se logran aplicar con dificultad», reconoce Boldrini.
«También hay muchos prejuicios contra la mujer italiana, su palabra vale menos que la de los hombres y por ello teme denunciar la violencia padecida y quedarse sola en esa batalla», reconoce.
El movimiento #MeToo, su impacto en la prensa y el hecho de que ??haya surgido de un grupo de mujeres famosas, blancas, procedentes de sectores sociales privilegiados, también contribuyeron a debilitar su efecto en Italia, según Ella Fegitz.
«Se volvió un debate entre hombres y mujeres, cuando el problema es una cuestión de estatus, de clase social. El aspecto económico del asunto ha sido olvidado», recalca.
La experta recuerda que #MeToo nació en realidad hace diez años bajo el liderazgo de la activista afroamericana Tarana Burke para apoyar a las víctimas de abusos sexuales en los barrios desfavorecidos. «Entonces a nadie le interesó mucho…»