La gente piensa que quienes hablan de Dios deben también servir al Señor y a los mejores intereses de su pueblo. Ojalá eso fuera siempre cierto. Pero las abundantes advertencias acerca de los engañadores que entran a la Iglesia son tan relevantes hoy como cuando los escritores del Nuevo Testamento las redactaron.
En caso de que piense que estoy exagerando el problema, permítame señalarle las palabras de Cristo: “Mirad que nadie os engañe” (Mt 24.4). Advirtió que muchos afirmarían falsamente que Dios los envió. Cristo no estaba hablando solo de la iglesia primitiva. Su advertencia fue dirigida también a las generaciones venideras, en particular a las que vendrán durante los últimos días.
El apóstol Pedro ofrece una prueba útil para evaluar a los maestros y predicadores de la Palabra de Dios:
- El engañador intenta manipular a sus oyentes. Usa medias verdades, promesas emocionantes y lenguaje florido para atraer seguidores. Debemos estar en guardia en especial contra la doctrina que niega la verdad de la Biblia.
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Muchos falsos maestros tendrán problemas morales.
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La mayoría de ellos serán también codiciosos y materialistas. Si observamos estos hábitos en la vida de un líder, debemos rechazar su enseñanza.
¿Cómo podemos ver más allá del camuflaje, la astucia y el carisma de un falso maestro? El llenar nuestra mente con las Sagradas Escrituras nos permitirá comparar las palabras y las acciones de alguien con la verdad de Dios. Sigamos el consejo del salmista y atesoremos la Palabra de Dios en nuestro corazón para que no pequemos contra Él (Sal 119.11).