Nuestro Padre celestial sabe cuál es nuestro ingreso y cómo le gustaría que lo utilizáramos. También desea que demostremos ciertas actitudes del corazón en nuestro dar. Estas incluyen fe, compasión y generosidad.

Se necesita fe para dar antes de que nuestras necesidades sean satisfechas. En la lectura de ayer, los macedonios experimentaban una profunda pobreza, pero aún anhelaban dar. Su actitud revelaba profunda confianza en la provisión del Señor.



La compasión o preocupación por los demás, también es vital. La Iglesia en Filipos vio la situación del apóstol Pablo y anhelaba ayudar (Fil 4.16). El Señor se complace cuando nos amamos unos a otros y compartimos lo que tenemos.



Los creyentes macedonios también eran generosos. Aunque estaban en gran necesidad, rogaron tener el privilegio de contribuir a la colecta para la Iglesia en Jerusalén.

Consideremos lo mucho que hemos sido bendecidos por la generosidad de nuestro Padre celestial. Él dio a su Hijo Jesucristo para que tomara nuestros pecados sobre sí y muriera en nuestro lugar. Nos ha adoptado en su familia, nos hizo coherederos con Cristo, y nos ha preparado un hogar permanente en el cielo con Él. Y en esta vida, su Espíritu Santo nos da todo lo que necesitamos para la vida y la piedad (2 P 1.3). Al hacer planes para la Navidad, seamos generosos con los demás, así como Dios lo ha sido con nosotros.

Pídale al Espíritu Santo que le ayude a aprender los principios bíblicos en cuanto al manejo del dinero y a ponerlos en práctica. La obediencia a la Palabra de Dios le traerá bendición espiritual (Lc 6.38).