Nueva York. Leía a escondidas sus correos electrónicos y mensajes de texto, escuchaba sus conversaciones, sabía dónde estaban: el Chapo Guzmán espiaba obsesivamente a medio centenar de allegados, incluidos socios, amigos, a su mujer Emma Coronel y a sus amantes.

En un increíble relato, el exjefe de comunicaciones del capo mexicano del narcotráfico, un exestudiante de ingeniería colombiano llamado Christian Rodríguez, de 32 años, contó al jurado del proceso contra el Chapo en Nueva York cómo desde 2008 le ayudó a montar un gran sistema de espionaje.



Rodríguez, que colabora con Estados Unidos desde 2010 y vive aquí bajo una nueva identidad en el marco del programa de protección de testigos, dijo que cuando tenía 22 años el Chapo le pidió instalar software espía en unos 50 teléfonos de su propiedad que luego entregaba a sus allegados.



Se encontraron personalmente al menos 12 veces, y por teléfono «cientas». Primero le ayudó a proteger todas sus comunicaciones de las autoridades. Y luego a espiar masivamente.

El Chapo «me llamaba todo el tiempo para consultarme sobre el software espía (…) casi todos los días», por ejemplo porque un teléfono espiado no tenía la localidad GPS actualizada, contó Rodríguez.

Dos colaboradores del Chapo le dijeron que el espionaje «era como su juguete».

El Chapo, de 61 años, ingresaba a una página web en su computadora, ponía una clave y podía ver toda la información.

También podía abrir a distancia el micrófono de los teléfonos.

«Llamaba a una persona a su extensión, hablaban, colgaba y luego llamaba por otra línea para abrir el micrófono y escuchar lo que decían de él», contó el técnico.

En una oportunidad, en una de las tantas visitas que Rodríguez le hizo, el Chapo estaba con una mujer que tenía una computadora.

«Me preguntó cuánto me tardaba en instalarle el software espía, le dije tres minutos y me dijo que iba a distraerla mientras yo lo instalaba. Y eso fue lo que pasó».

El volumen era tan grande que el Chapo encargó a un empleado que se dedicara a escuchar y leer todas las comunicaciones de las personas espiadas y a hacerle resúmenes.

Fue el uso de estos «teléfonos especiales», como los llamaba el propio Chapo, lo que ayudó al FBI a recolectar montañas de evidencia en su contra.

El Chapo, que puede ser condenado a cadena perpetua por el tráfico de más de 155 toneladas de cocaína a Estados Unidos, escuchó serio el testimonio de Rodríguez, con semblante irritado.

Rodríguez colabora con el FBI desde 2010. Nunca fue acusado, e incluso podría recibir una recompensa de hasta cinco millones de dólares por información que llevó a la captura de otro jefe narco, Jorge Cifuentes, a quien también instaló su sistema de comunicaciones.