Si hubiera un seminario sobre cómo vencer el pecado, muchos cristianos se inscribirían con la esperanza de descubrir el secreto para vencer las tentaciones. Pero la respuesta está justo debajo de nuestras narices. Lo único que necesitamos hacer es abrir nuestra Biblia. Cada respuesta que el salmista da a su pregunta inicial de cómo mantener nuestros caminos puros está en las Sagradas Escrituras.

Vive de acuerdo con la Palabra de Dios (Sal 119.9, 10). Esto significa que debemos dedicar tiempo a leer y meditar en la Palabra para saber lo que dice y qué significa. Aunque eso no es suficiente para protegernos del pecado, pues debemos obedecerla.



Atesorar la Palabra de Dios en el corazón (Sal 119.11). Ya que la tentación llega de repente, debemos estar preparados para ella incluso cuando no podamos tomar una Biblia. Por eso es importante atesorarla en nuestra mente y corazón.

Regocijarse en la Palabra de Dios (Sal 119.14). Hay paz y gozo grandiosos como resultado del conocimiento de la Palabra de Dios. De hecho, ella debería valer más para nosotros que todas las riquezas que ofrece este mundo.



Meditar en la Palabra de Dios (Sal 119.15). Debemos tomarnos el tiempo para sintonizar nuestro corazón y nuestra mente con el Señor, reflexionar sobre sus palabras, y recibir la ayuda del Espíritu para interpretar sus instrucciones para nuestra situación particular. Este no es un proceso apresurado; es una lenta sumisión a las verdades que leemos, a medida que descubrimos cómo aplicarlas.

Si practicamos con fidelidad la meditación bíblica, descubriremos que el Espíritu Santo ha estado transformando nuestros pensamientos, emociones y acciones, para que seamos menos atraídos por los placeres pecaminosos.