¿Por qué es tan fácil mentir? Decir algo falso es algo que todos hacíamos cuando éramos niños, pero mentir puede hacer tropezar aún a cristianos de toda la vida. El motivo subyacente para ceder al engaño suele ser el deseo de protegernos de alguna manera. Mentimos para salir de problemas, evitar una situación indeseable, obtener beneficio económico, ser aceptados, reforzar nuestra imagen, ocultar nuestras fallas, o por otras razones que nos benefician.

Cuando Nabucodonosor tuvo un sueño alarmante, el Señor dio a Daniel la interpretación: El rey se volvería loco y viviría como un animal salvaje durante “siete tiempos”. En ese momento, Daniel tuvo que decidir si le diría al rey la verdad o si se la ocultaría. En aquellos días, dar al rey un mal informe podía costarle la vida al mensajero. Pero a pesar del peligro, Daniel se aferró a sus convicciones y comunicó el mensaje del Señor a Nabucodonosor.



Esta es la razón por la cual Daniel pudo decir la verdad ante el peligro: confiaba en Dios. Puesto que estaba haciendo justo lo que el Señor quería, no tuvo miedo de poner su vida en peligro. La obediencia a Dios vale mucho más que cualquier cosa que podamos ganar diciendo mentiras o adulterando la verdad en un esfuerzo por mantenernos a salvo.

¿Está dispuesto a comprometerse a decir la verdad aun cuando sea costoso? Falsear la información de la declaración de impuestos, aparentar lo que uno no es en las redes sociales, o restar importancia a un error de cálculo a su favor en un recibo, no es justificable. Tratar de agradar al Señor y dejar las consecuencias en sus manos será siempre lo mejor que podemos hacer.



Fuente Encontacto.org