El cementerio ya se mudó dos veces, la vieja escuela está bajo el agua y la nueva enfrenta el mismo destino con la erosión constante que está devorando la tierra en Napakiak.
Esta pequeña aldea ubicada en el suroeste de Alaska, por donde pasa el serpenteante río Kuskokwim, es una de la docena de comunidades indígenas costeras en este estado de Estados Unidos cuya propia existencia y estilo de vida están amenazados por las temperatura calientes.
«La línea costera erosiona mucho más rápido de lo previsto y continuamente tenemos que alejarnos del río a zonas más altas», dijo Walter Nelson, concejal de la ciudad, a un equipo de la AFP en un reciente recorrido por esta aislada población de 350 habitantes, la mayoría esquimales Yupik.
«Aquí lidiamos con el cambio climático a diario».
Con sus manos, apunta a la derecha, a la izquierda, casas y otras edificaciones, la mayoría sobre pilotes, que se ven afectadas por la rápida erosión costera y el deshielo del «permafrost», una capa de suelo que solía estar permanentemente congelada y sobre la que se construyeron muchas aldeas nativas de Alaska.
«Es una carrera constante contra el tiempo. Ahora mismo el mercado local, la estación de bomberos y un edificio de la ciudad son los primeros en la lista de reubicación», explicó Nelson. «La escuela le sigue, pero no podremos moverla. Tendremos que derribarla y construir una nueva».
– Aislamiento –
El mismo drama se vive en otras comunidades costeras de Alaska, que cada vez quedan más aisladas pues las rutas que se formaban en invierno con el río congelado son cada vez más inexistentes con el aumento de la temperatura.
Según un informe de 2009 de la Oficina de Responsabilidad Gubernamental, la mayoría de las más de 200 aldeas indígenas del estado están afectadas por la erosión y las inundaciones, y 31 se enfrentan a «amenazas inminentes».
Newtok es una de esas comunidades que pueden quedar bajo el agua. Sus 350 residentes deberán reubicarse este verano boreal en un nuevo asentamiento a unos 15 km de distancia.
Más hacia el sur, en Quinhagak, que bordea el Mar de Bering y se ubica en la boca del Kuskokwim, los líderes de la comunidad estudian igualmente la posibilidad de mover la aldea de 700 habitantes a un área más segura.
«Ya nos hemos mudado dos veces, la última en 1979», indicó Warren Jones, presidente de una corporación local Yupik conocida como Qanirtuuq Inc. «Pero la erosión está ocurriendo tan rápido que estamos preparando un pedazo de tierra para la nueva ubicación mucho más alejado del mar».
– «Amenazas existenciales» –
Según científicos, Alaska se viene calentando dos veces más rápido que el promedio mundial, con temperaturas en febrero y marzo que rompieron récords.
«Entre 1901 y 2016, las temperaturas medias del continente de Estados Unidos aumentaron 1,8 grados Fahrenheit [1ºC], mientras que en Alaska aumentaron 4,7 grados [2,6ºC]», alertó Rick Thoman, del Centro de Evaluación y Política Climática de Alaska.
«Esto está afectando desproporcionadamente a las comunidades rurales de Alaska, muchas de las cuales se enfrentan a amenazas existenciales a largo plazo», añadió. «Algunas comunidades están a una tormenta de quedar inhabitables».
En Napakiak, que está rodeada de kilómetros de tundra plana salpicada por pequeños lagos y a la que sólo se puede acceder en avión o en barco, el trabajo a tiempo completo de Harold Ilmar durante la última década ha sido proteger la aldea de las mareas de tormenta, las inundaciones y la erosión constante del río que abarca grandes extensiones de tierra.
En promedio, muda unas cinco estructuras al año a terrenos más altos y, con escasos medios a su disposición, trata de controlar las olas colocando en las orillas sacos de arena y láminas de plástico.
«Esto no para y durante las emergencias, trabajo incluso los fines de semana», indicó. «Creo que sería mejor si trasladamos toda la aldea a un terreno más alto», añadió, apuntando a un peñasco a una milla de la orilla.
– Fosas comunes –
Los líderes de Napakiak, así como de otras comunidades, vienen realizando en los últimos años giras, viajes a conferencias en todo el país para encender la alarma sobre cambio climático y el hundimiento de sus aldeas.
«Nos pasamos diciendo a la gente que venga, porque hay que ver para creer», señaló Nelson. «No van a entender lo que está pasando en el teléfono».
Dijo por ejemplo que su aldea ha comenzado incluso a utilizar ataúdes de metal en lugar de madera, pues son más resistentes, ya que muchos cadáveres no pudieron ser recuperados cuando los dos cementerios anteriores fueron arrastrados por el agua.
«Tenemos dos fosas comunes ahora llenas de restos de personas que no pudimos identificar», indicó.
Y acepta resignado que a largo plazo, dada la velocidad de la erosión y el aumento de las inundaciones, Napakiak podría terminar bajo el agua y sus residentes unirse al creciente número de refugiados climáticos, obligados a abandonar sus tierras.
«Pensábamos que 2016 y 2018 fueron los años más calientes, pero 2019 está rompiendo todos los récords», lamentó. «Cada año termina siendo más caliente».
«¿Quién sabe qué encararemos en los próximos 10 años».