Mientras el mundo espera ver al bebé del príncipe Enrique y Meghan, el fisco de Estados Unidos espera la declaración de los regalos y otras riquezas en el país.
El interés de las autoridades fiscales obedece a que el bebé, cuyo nombre y rostro el mundo aguarda conocer, tiene doble nacionalidad: británica, por su padre Enrique, y estadounidense, por su madre Meghan, la duquesa de Sussex.
«Cuando uno de los padres de un niño es estadounidense y ha residido en los Estados Unidos durante cinco años, incluidos al menos dos años después de los 14, entonces el bebé es estadounidense», afirma David Treitel, fundador de American Tax Returns, una asociación que asesora a expatriados estadounidenses en el Reino Unido.
«Es el caso de Meghan», agrega.
Lo peculiar es que la nacionalidad estadounidense está sujeta a condiciones particularmente restrictivas: como cualquier buen ciudadano estadounidense que nace, crece y muere en cualquier parte del mundo, este bebé tendrá que dar, cada año, prueba de transparencia a las autoridades fiscales.
Desde su nacimiento, deberán declararse las cuentas bancarias que los padres del bebé alimenten para garantizar su futuro.
También los ingresos que el bebé pueda generar si sigue los pasos de su madre, una exactriz, y actúa en televisión o en películas.
A través de esas declaraciones y las de su madre, «el fisco estadounidense obtendrá mucha información sobre la riqueza de la pareja» real, señala Treitel.
El IRS, la dirección de rentas de Estados Unidos, también exige que se declaren los regalos valiosos ofrecidos al bebé por ciudadanos no estadounidenses.
«Imaginen que la reina obsequia al bebé un hermoso y especial libro de arte de la colección real, con pinturas de Van Gogh o Miró. Si el regalo vale más de 100.000 dólares, deberá reportarlo», dice Treitel.
Sin embargo, los regalos del «baby shower» que Markle recibió en Nueva York no tendrán que ser reportados si fueron hechos por otros estadounidenses, dijo el experto.
Aunque madre y bebé deberán presentar formularios que ocuparán por largas horas a sus contadores, posiblemente no tengan que pagar muchos impuestos, ya que estos podrían ser compensados por los pagados en Reino Unido, según dijo a The Wall Street Journal la especialista en el tema Laura Saunders.
– «Estadounidenses accidentales» –
Los esfuerzos de las autoridades estadounidenses por mantener una vigilancia muy estrecha de sus expatriados puede tener consecuencias importantes para personas cuyo único vínculo con el país es que nacieron allí.
Tal es el caso de los llamados «estadounidenses accidentales», que automáticamente recibieron la ciudadanía por haber nacido ahí, pero que se fueron del país de muy pequeños y no han tenido ningún otro vínculo.
Tras la adopción en 2010 de la ley Foreign Account Tax Compliance (FATCA), que reemplazó el criterio de nacionalidad con el de domicilio fiscal, esos estadounidenses se ven obligados a declarar sus ingresos a Estados Unidos y en algunos casos también a pagar impuestos.
Muchos de ellos se fueron del país muy pequeños y la Asociación de Estadounidenses Accidentales que les agrupa pidió al presidente Donald Trump el año pasado encontrar una solución a su dilema.
Su estatus puede llegar a convertirse en un asunto delicado. Si se niegan a cumplir ante las autoridades estadounidenses, los bancos en sus países de residencia pueden ser sancionados. Entonces, estas entidades pueden negarles servicios como cuentas o hipotecas.
En un grado menor, la familia real británica tampoco podrá eludir sus obligaciones fiscales en Estados Unidos: una declaración de impuestos inconsistente puede dar lugar a multas importantes.
Pero hay una solución para evitar dolores de cabeza a los contadores de la pareja real: Meghan puede renunciar a su ciudadanía estadounidense. Sin embargo, si lo hiciera, igualmente deberán ser presentadas las declaraciones de impuestos del niño hasta que cumpla 18 años.