Cuando surge un conflicto, la reacción natural es culpar a otra persona y defendernos. Pero los creyentes deben reaccionar de manera diferente. Una vez fui censurado en público por un error que no cometí. Sin embargo, el Señor me permitió mantener la calma en vez de enojarme. Orar antes de hacer cualquier otra cosa es la mejor reacción en una crisis. Cuando lo hacemos, Dios provee de manera sobrenatural lo que no podemos generar por nosotros mismos. Él nos da:
Discernimiento espiritual. El Señor, que entiende de manera perfecta el origen de todo problema, puede darnos una visión más allá de nuestra limitada perspectiva. Tal vez ha habido una falla en la comunicación, un sentimiento de celos por parte de la otra persona, o un error que cometimos sin darnos cuenta. El Espíritu Santo puede mostrarnos cómo acercarnos a nuestro acusador, y ver más allá de las palabras o las acciones hirientes.
Un espíritu de paz. Nuestra naturaleza quiere reaccionar con rapidez para que podamos defendernos. Por eso debemos centrar nuestra atención en el Señor y experimentar la paz interior que solo Él pone a nuestra disposición (Jn 14.27).
Sabiduría. El Señor Jesús dijo a sus discípulos que el Espíritu Santo les daría palabras sabias que decir cuando se enfrentaran a autoridades hostiles. Él hará lo mismo por usted. Pídale que ponga un sello en sus labios hasta que le muestre qué decir y cuándo hacerlo (Sal 141.3).
No tenemos que reaccionar a las críticas con ira ni defensa propia, como lo hace el mundo. En vez de eso, estamos llamados a representar a Cristo en cada situación. Al reaccionar como nos dirige, le damos gloria y hacemos que los incrédulos quieran conocer la fuente de nuestra fortaleza.
Fuente Encontacto.org