Las sencillas peticiones que Dios nos hace, a menudo nos conducen a mayores bendiciones. Aunque podemos ver estos actos como insignificantes, el Señor los ve como asuntos importantes. El apóstol Pedro es ejemplo de un hombre que dio pequeños pasos que condujeron a un gran destino.

Cuando el Señor pidió ser llevado a la barca de Pedro, el pescador pudo haber dicho que no. Después de todo, había trabajado toda la noche, y es probable que estuviera agotado. Pero al dar este pequeño paso, Pedro recibió un asiento de primera fila para escuchar al mejor Maestro, y comenzar una aventura que cambió su vida.



Aunque la primera petición del Señor era bastante común, su sugerencia posterior desafiaría la lógica de Pedro. Dirigirse a aguas profundas al mediodía para atrapar peces era absurdo para este pescador experto. A veces, el Señor nos pide que hagamos lo que parece irrazonable. Debemos recordar que el Señor no está obligado a hacer las cosas dentro del ámbito de lo normal o lo lógico. Si Pedro hubiera rechazado ese pedido inusual, habría perdido la mayor pesca de su vida, y no me refiero solo a los peces. Este milagro abrió los ojos de Pedro para ver a su Mesías. Cuando salió de esa barca, los peces no significaban nada para él, porque el Señor Jesús se convirtió en su todo.

El Señor no está esperando que hagamos una tarea grande e impresionante para Él; solo nos llama a obedecerlo un paso a la vez. No pierda la gran aventura que Dios tiene para usted. Aunque los caminos del Señor parezcan ilógicos, sígalo con fidelidad, y el destino de su vida se desplegará ante sus propios ojos.



Fuente Encontacto.org