¿Podría imaginarse un barco con una carga valiosa que es lanzado al mar, solo para verlo anclar una y otra vez sin descargar nunca nada? Creo que los cristianos silenciosos se parecen mucho a ese barco. Dios ha bendecido a los creyentes con la salvación y la vida eterna, y les ha confiado el mensaje del evangelio; sin embargo, muy pocos de sus hijos están dispuestos a compartir con otros las buenas nuevas de la salvación en Cristo.
¿Qué nos hace permanecer en silencio? Sabemos que el Señor Jesús nos ha ordenado que vayamos y hagamos discípulos (Mt 28.18-20). Además, nos ha asegurado que seremos facultados por su autoridad y por su presencia. Dios ofrece la invitación de salvación a “todo aquel que invoque el nombre del Señor”. Incluso ha dejado claro que nuestro anuncio de las buenas nuevas es el medio por el cual las personas vendrán a la fe salvadora (Ro 10.13, 14).
A veces, los cristianos que no comparten su fe defienden esa decisión diciendo: “Mi fe es cuestión privada. Es entre Dios y yo”. Pero ese no es el modelo que vemos en las Sagradas Escrituras. La fe genuina se confiesa con la boca y se comparte con el mundo.
A cada creyente se le ha confiado las buenas nuevas de salvación por medio de Cristo. Esta es, sin duda, la información más importante que tenemos, porque ofrece la única puerta al cielo. En Juan 14.6, el Señor dijo: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre sino por mí”. Tenemos que avanzar con fe y valentía, estar dispuestos a dejar de lado las preocupaciones mundanas, obedecer a Dios, y hablar a otros de Jesucristo.
Fuente Encontacto.org